La Gran Comisión
Todos nosotros conocemos la Gran Comisión. Jesucristo dijo a sus discípulos: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden (he aquí)! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat 28:18–20). A primera vista su mandato parece claro, pero todavía tenemos preguntas. ¿Qué es un discípulo? ¿Cómo seguimos personalmente a Cristo? ¿Cómo es el discipulado en el hogar? ¿Cómo debe ser el proceso del discipulado en nuestras iglesias? ¿Cómo ayudamos a los nuevos creyentes para llegar a ser discípulos? El propósito de este papel es ofrecer algunas respuestas a estas preguntas y proveer recursos que nos ayudarán para “ir y hacer discípulos”.
¿Qué es un discípulo?
La palabra “discípulo” (mathētēs) significa “estudiante, seguidor”. Se usaba por todos los evangelios para hablar de los que seguían tras un rabino o maestro para aprender de él e imitar su manera de vivir (v. Mat 10:24–25). Para cristianos, ser discípulo significa ser seguidor de Cristo. Él es nuestro maestro, y nuestra meta como sus discípulos es aprender sus enseñanzas, imitar su manera de vivir, adoptar sus valores y aceptar sus creencias. Es decir que queremos llegar a ser como Él en cada área de la vida: nuestros pensamientos, palabras, y hechos. “Cuando Jesús nos mandó que hiciéramos discípulos, quería más que convertidos o miembros de una iglesia; Él hablaba de los que diariamente tomarían su cruz y lo seguirían”. (Bill Hull, The Disciple-Making Pastor, p. 12)
Actualmente parece extraña la relación de un maestro y su discípulo. Tal vez el mejor equivalente actual que podemos entender sea la relación que existe entre un entrenador y un jugador. Cuando quieres ser miembro de un equipo de deportes, llegas a ser un discípulo de tu entrenador. Te sometes a su autoridad y lo obedeces en todo. Tu meta es aprender cómo pensar del juego como tu entrenador, imitar sus acciones, y seguir sus direcciones. Estás sujeto a su corrección y disciplina, y trabajas mucho para ganar su respeto. Ser miembro de un equipo profesional de deportes no es un trabajo a tiempo parcial. Afecta cada área de la vida. Es lo mismo con ser un discípulo de Jesucristo. Es un compromiso por toda la vida que exige que ofrezcamos 100% para tener éxito.
¿Cómo seguimos a Cristo personalmente?
Es importante no olvidar que los que son mandados “ir y hacer discípulos” también son discípulos. Considera eso por un momento. ¿Nos vemos como discípulos de Jesucristo? Cuando pensamos de nuestra identidad espiritual, ¿estamos de acuerdo con la frase “Soy seguidor de Cristo”? ¿Nos preguntamos con regularidad “Cómo puedo ser más como Jesús”? Espero que la respuesta a estas preguntas sea la “Sí”, y que de veras nos vemos como discípulos de Cristo, porque ser un discípulo es algo que cada uno de nosotros tiene que hacer individualmente. Debemos:
- Tomar el tiempo. La esencia de la vida eterna es conocer al Padre por el Hijo (Jn 17:3). Cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y creímos en Jesús como nuestro Salvador, comenzamos una relación con Dios. Como se sabe, las relaciones exigen el tiempo. Si no tomamos tiempo para el discipulado personal, no sucederá por casualidad. Jesús nos dejó un ejemplo: con regularidad dejó a sus discípulos, se fue solo, y pasó tiempo solo con Dios (Mt 14:23; Mc 1:35; Lc 5:16). Debemos hacer lo mismo. Necesitamos un tiempo cada día cuando podemos ser solos con el Padre. Debemos eliminar tantas distracciones que sea posible y dejar al lado nuestras preocupaciones y responsabilidades.
- Escuchar a Dios. Jesús dijo: “Si ustedes permanecen en Mi palabra, verdaderamente son Mis discípulos” (Jn 8:31). Si queremos “permanecer” (saber y obedecer) la palabra de Jesús, tenemos que pasar mucho tiempo en las escrituras. Me gusta la frase “escuchar a Dios” porque enfatiza la verdad que cuando leemos la Biblia, ¡Dios nos habla directamente a nosotros! (cf. 2 Ti 3:15–16; 1 Co 9:9–10; 10:11; Ro 4:23–24; 15:4; Jn 1:45; 5:39; Lc 24:25–27; Gá 5:14). La mayoría de nosotros piensa de leer como una actividad solitaria, pero cuando leemos la Palabra de Dios, ¡acabamos de entrar en una conversación con nuestro Padre Celestial!
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- Hablar con Dios. Todos nosotros hemos experimentado dificultad en decidir qué decir a Dios cuando oramos, y estoy seguro que todos hemos pensado: “El orar sería mucho más fácil si Dios me hablaría a mí”. Pues, las noticias buenas son… ¡sí que ha hecho exactamente eso! Como mencioné arriba, cuando leemos la Biblia, Dios está hablando directamente con nosotros (v. Heb 12:5a). Todo que tenemos que hacer es responder a lo que ha dicho. Considera lo que significa para nuestras oraciones: (1) Significa que no tenemos que buscar algún tema para nuestras oraciones cada día; podemos hablar con Dios sobre lo que nos ha dicho en la lectura diaria; (2) significa que podemos tener una conversación con nuestro Padre Celestial. A Él, le encanta hablar con nosotros, y escuchar lo que hemos aprendido de Su Palabra; (3) Significa que la oración podría hacerse más que llevar una lista de nombres y preocupaciones a Dios. ¡La oración puede ser la parte más alentadora y emocionante de nuestra vida diaria con Cristo!
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- Consagrarte. Jesús dijo: “Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lc 9:23). La clave en discipulado es negarse a sí mismo. Tenemos que considerarnos muertos para nuestros deseos (renunciar el derecho hacer lo que queremos), y debemos obedecer al Espíritu, incluso la posibilidad de la muerte. Es el ejemplo que Jesús nos dejó, y tenemos que seguir sus pasos (1 P 2:21). Sugiero que añadamos esta oración a nuestra conversación diaria con Dios: “Padre, te agradezco por tu gracia, la cual me da el deseo y el poder para hacer Tu voluntad. Hoy, me consagro a Ti. Ayúdame a resistir tentación y decir la “Sí” al Espíritu Santo. Ayúdame a vivir cada momento bajo Tu influencia”.
- Rendirte cuentas. Necesitas a otro creyente a quien puedes rendirte cuentas. Todos necesitamos humillarnos ante otros creyentes y confesar nuestros pecados a ellos (Pr 28:13; Sant 5:16) y pedir que entren en un compromiso de rendirse cuentas con nosotros. No somos diseñados para vivir la vida cristiana sin la ayuda y el ánimo de la iglesia. Por eso, ese mutuo cuidado de otros creyentes es muy importante (v. He 3:12–14; 10:23–25; 1 Ts 5:11; Gá 6:1–2).
- Modelar el discipulado. Pablo dijo a los corintios: “Sean imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo” (1 Cor 11:1). Aunque el retenimiento de la forma de las sanas palabras es esencial para discipular a otros (v. 2 Tim 1:13), nuestro ejemplo personal es la fundación del hacer discípulos. Si nosotros mismos no somos discípulos, nuestros planes para hacer discípulos fallarán.
¿Cómo es el discipulado en el hogar?
La mayoría de personas creen que el discipulado comienza en la iglesia, pero en verdad, comienza en el hogar. Una de las razones por las cuales no retenemos a nuestros niños en la fe es porque hemos jugado un papel pasivo y hemos esperado que la iglesia discipulara a nuestros hijos. ¡Nosotros mismos tenemos que discipular a nuestros hijos! Quiere decir que debemos:
- Guiar a la familia. Anima a cada miembro de tu familia que practique el discipulado personal. El hombre debe guiar por ejemplo, y la mujer y los niños deben seguir el liderazgo del hombre. Cuando toda una familia se involucra en discipulado personal, los resultados son magníficos. Recomiendo que toda la familia use el mismo plan de lectura porque facilitará conversaciones sobre la Palabra de Dios.
- Pasar tiempo juntos. Toma el tiempo cada día para hablar de lo que Dios está diciéndoles por la lectura diaria. Compartan ideas y aplicaciones personales. Ayuda a tu familia en desarrollar el hábito de hablar de su relación con Dios: lo que están aprendiendo, cómo se crecen, que Dios está diciéndoles, etc. Esta práctica los preparará para hablar de las cosas espirituales con personas fuera de la familia.
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Enseñar a la familia. Fija un tiempo cada semana/mes cuando tu familia se junta para una lección del discipulado. Haz la ocasión algo especial, algo que la familia esperará emocionadamente a lo largo de la semana. Elige una lección del sitio (ve el menú titulado “Lecciones”), y repasa el material. Pídeles que te hagan preguntas; no te preocupes de hablar de toda la lección en una sola sesión. Con tiempo, y cuando la familia esté familiarizada con el proceso, haz que tus hijos tomen turnos siendo el maestro/facilitador. Esta práctica los preparará para el día en el futuro cuando ellos mismos tendrán un grupo de discípulos. Si tus hijos son criados con conversaciones diarias en el hogar sobre la Palabra de Dios y lecciones de discipulado, será natural para ellos hacer lo mismo.
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¿Cómo comenzamos el discipulado en nuestras iglesias?
Unas de las razones por las no están creciendo nuestras iglesias es porque no estamos discipulando a las “ovejas”. Si queremos tener iglesias saludables y vivientes, tenemos que:
- Promover el discipulado personal. Los pastores deben decirles a sus congregaciones que están comprometidos a practicar el discipulado personal, y luego guiar por ejemplo. Pastores debemos llamar a los hombres en sus iglesias ser líderes y ejemplos para sus familias. ¡Imagínate una iglesia en que cada persona estuviera practicando diariamente el discipulado personal!
- Promover el discipulado familiar. Los pastores deben explicar los principios básicos del discipulado familiar a sus congregaciones y animarles a comenzar inmediatamente. Los pastores también pueden pedir que la iglesia use el mismo plan de lectura. Sera muy útil para promover conversaciones de lo que están aprendiendo de la Palabra de Dios.
- Entrenar el meollo. Los pastores deben considerar sus congregaciones y deciden cuáles personas están en su meollo (los fieles, que siempre se asisten en los cultos, que testifican a lo que hace Dios en su vida). Entonces los pastores deben seleccionar a una o dos parejas del meollo para comenzar sesiones semanales/mensuales de discipulado con ellos. No se importa si ya sean las más maduros de la iglesias; la meta es entrenarlos cómo discipular a otros. Como en el discipulado familiar, la ocasión debe estar llena de bocadillos y conversación, porque el discipulado se basa en la amistad. Con el tiempo, haz que tomen turnos dirigiendo las sesiones. Esta práctica los preparará para tener sus propios grupos de discípulos algún día. La meta es pasar un año o dos con estas parejas; entonces ellos mismos seleccionarán a otra pareja en la iglesia y comenzarán discipulando a ellos. Deben saber al comienzo que esta es la progresión natural: ser discipulado para que puedas discipular a otros.
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¿Cómo ayudamos a los nuevos creyentes a llegar a ser discípulos?
Discipular a los nuevos creyentes es la fundación del mandato de Jesús para “ir y hacer discípulos”. Sin dirección cuidadosa, muchos recién convertidos se hacen desanimados y confundidos en su vida con Cristo. Debemos:
- Cuidarlos. Los nuevos creyentes son como bebés; necesitan mucho amor, cuidado, y atención. Los pastores deben hacer lo necesario para formar relaciones fuertes con sus nuevos convertidos. Recomiendo que los pastores interaccionen con ellos diariamente para ofrecer consejo y guiarlos en su nueva vida.
- Promover el discipulado personal. Tan pronto como sea posible, los pastores necesitan pedir que sus nuevos convertidos practiquen el discipulado personal. Los nuevos creyentes necesitan rendirse cuentas a un creyente maduro, y hay que alabarlos cuando observas crecimiento y maduración en estas disciplinas importantes.
- Enseñarlos semanalmente. Los pastores deben juntarse con sus nuevos creyentes cada semana para una lección de discipulado. Cuando sea posible, ensénala en el hogar del nuevo convertido. La mayoría de personas se sienten la más cómoda en su propio ambiente, y hará más fácil hablar y rendirse cuentas. Comienza con un tiempo casual de hablar y esté preparado hablar de cualquier asunto que se suba durante este tiempo. A veces, se mencionará un problema que tomará precedencia sobre la lección predeterminada. Sé sensible a lo que necesiten. También sé honesto. Es bueno para el nuevo convertido saber que todos creyentes se enfrentan a las mismas batallas como ellos. Con tiempo, y cuando los nuevos creyentes estén familiarizados con el proceso, haz que tomen turnos siendo el maestro de la lección. Esta práctica los preparará para discipular a otros algún día.
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