Querido Padre Celestial, Alabanza Jesús les dijo a Sus atemorizados discípulos: “La paz sea con vosotros” (Jn 20:19). ¡Te alabo hoy como el Dios que da paz a mi alma agitada! Cuando mi mundo es un caos y mi mente está llena de dudas, Tu precioso Hijo se me acerca y dice: “La paz sea contigo”, tal como lo hizo cuando entró al cuarto donde estaban Sus discípulos. ¡Jesús es la paz de mi corazón y el gozo de mi alma! Yo puedo decir como Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20:28). Hoy en Tu Palabra Hoy me hablaste de algunas de las veces que Jesús se les apareció a Sus discípulos después de la resurrección. Me encantaría haber estado allí con Cleofás y su amigo mientras escuchaban a Jesús “declararles en todas las escrituras lo que de Él decían” (Lucas 24:27). ¡Qué fascinante debió ser! Puedo imaginarme algunas cosas que Jesús podría haber dicho: En Génesis, Él es la Semilla de la mujer que aplastará la cabeza de la serpiente. En Éxodo, es el Cordero pascual que fue sacrificado para aplacar la ira de Dios. En Levítico, es el gran Sumo Sacerdote que ofrece sacrificio por el pecado. En Números, Él es la Serpiente de bronce que fue levantada en el desierto. En Deuteronomio, Él es el Profeta que vendría como Moisés. En Josué, Él es el Comandante de los ejércitos del Señor. En Jueces, Él es el Ángel de Jehová que reprendió la apostasía de Israel. En Rut, Él es Pariente-redentor. En Samuel, es el Sacerdote fiel y el Hijo davídico. En Reyes y Crónicas, Él es el Rey venidero que mostrará misericordia y fidelidad. En Esdras, Él es el que mueve los corazones de los reyes para cumplir Su Palabra profética. En Nehemías, Él es el Constructor y Restaurador de las ruinas hechas por el pecado. En Esther, Él es el Protector vigilante de Su pueblo. En Job, Él es Probador y Refinador de nuestra fe. En los Salmos, Él es el Sacerdote según la orden de Melquisedec. En Proverbios, Él es la Sabiduría de Dios y el Hijo ejemplar. En Eclesiastés, Él es el Predicador que expone la vanidad de buscar satisfacción en este mundo temporal. En Cantares, Él es el Amante de nuestras almas. En Isaías, Él es el Príncipe de Paz y el Siervo fiel. En Jeremías, Él es el Renuevo justo. En Lamentaciones, Él es el Profeta que llora y llama a Su pueblo a arrepentirse. En Ezequiel, Él es la Gloria de Dios que no tolerará la maldad. En Daniel, Él es el Hijo del Hombre que recibe un reino eterno. En Oseas, Él es el Esposo fiel y el Hijo fiel. En Joel, Él es el Salvador de todos los que invocan su nombre y el Remitente del Espíritu Santo. En Amos, Él es el Salvador de los gentiles. En Abdías, Él es el Camino de escape en el Monte de Sion. En Jonás, Él es el que es sepultado por tres días y luego resucita para predicar el evangelio. En Miqueas, Él es el Gobernante nacido en Belén. En Nahúm, Él es el Dios celoso que no absolverá al culpable y el Dios bueno que es una fortaleza en tiempos difíciles. En Habacuc, Él es el que vive por fe. En Sofonías, Él es el Rey de Israel que reina en Sion. En Hageo, Él es el Rey soberano de un reino inquebrantable. En Zacarías, Él es Aquel quien fue herido para que la fuente se abriese para la limpieza de nuestros pecados. En Malaquías, Él es Dios que nunca cambia. Él es el Rey de reyes y Señor de señores. Él es el primero y el último, el Alfa y la Omega, el principio y el fin. ¡Aleluya! Reflexión Jesús tuvo que reprender a Sus discípulos por su incredulidad y por la dureza de sus corazones. Ellos no creyeron a los que habían visto a Jesús después de haber resucitado (Mr 16:14). Me puedo sorprender de que los discípulos dudaran, pero si yo rehúso en escuchar Tu Palabra, yo por igual estoy demostrando la incredulidad y la dureza de corazón de ellos. Petición Padre, Jesús dijo que tal como lo enviaste a Él, igual me estás enviando a mí. Derrama una nueva unción de Tu Espíritu Santo sobre mi vida hoy. Ayúdame a obrar para cosechar a todo aquel perdido para Ti. Agradecimiento Gracias por las señales que inspiraron a Juan a escribir el evangelio para que yo pudiera creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Y que al creer, yo pueda alcanzar vida eterna en Su Nombre (Jn 20:31). ¡Te alabo, Señor! En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Jn 20:29. |