Querido Padre Celestial,

Alabanza

Cuando Jesús sanó a la mujer en la sinagoga, “[ella] glorificaba a Dios” (Lc 13:13). Te alabo hoy por ser el Dios a quien Le encanta sanar. Te regocijas en librar a los que han estado atados en las cadenas paralizantes de Satanás. ¡Qué maravilloso es servir a Uno que puede redimir y que puede restaurar! ¡Te alabo, Señor!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre otro enfrentamiento que Jesús tuvo con los fariseos. Él siempre les dio las reprensiones más severas, porque ellos eran los líderes religiosos del pueblo, y estaban desviándolo. Los ayes de Jesús para los fariseos me enseñan que: a) si desatiendo mi amor por Ti y la justicia para los demás, mi observancia estricta a Tus otros mandatos será vana; b) si me niego a buscar la limpieza y la pureza del alma, cualquier lavado externo no me valdrá de nada; c) si me comporto como si fuera santo mientras me estoy aferrando al egoísmo y al pecado, mi ejemplo contaminará a los demás; d) si doy honor a los que rechazan Tu Palabra, mi alabanza de ellos justificará su maldad; e) si exijo más de lo que Tu Palabra exige, entonces mis enseñanzas harán que otros tropiecen; f) si proclamo mis propias ideas en lugar de exponer las Escrituras, a mis predicaciones, les faltará la clave del conocimiento verdadero, es decir, Tu Palabra. Después de denunciar a los fariseos, dirigió su atención a Sus discípulos y a la multitud. Sus advertencias a ellos me muestran que debo: 1) tener cuidado de cualquier enseñanza que desvíe a los oidores de Tu Palabra y de cualquier persona cuyo comportamiento externo esconde un corazón malo; 2) temerte más que a cualquier otra persona, porque aunque los hombres puedan dañar mi cuerpo, Tú tienes la autoridad para hacer perecer mi alma en el infierno; 3) públicamente declarar mi lealtad a Cristo, porque si niego a Jesús delante de los hombres, Él me negará delante de los ángeles; 4) usar mi tiempo y mi dinero para trabajar en Tu Reino, porque no podré llevar nada conmigo cuando muera; 5) confiar y no preocuparme de lo que comeré ni con qué me vestiré, porque si busco primero Tu Reino, Tú satisfarás mis necesidades diarias; 6) ser vigilante y fiel en mi servicio a Ti, porque no sé cuándo regresarás para pedirme cuentas; 7) estar dispuesto a ponerte en primer lugar, aun antes de mi propia familia, porque muchos no aceptarán la verdad. Cuando Jesús había terminado su sermón, algunos en la multitud le dijeron el día cuando Pilato había mezclado la sangre de unos galileos con sus sacrificios. La opinión predominante en ese tiempo era que los que llegaban a un fin sangriento debían haber sido muy malvados. Jesús respondió a esta idea al decirles que “no; al contrario, si ustedes no se arrepienten, todos perecerán igualmente” (Lc 13:3). Su punto era que no debían justificarse por compararse con los demás. Todos los que pecan “perecerán”, aun si mueren en paz mientras duermen. Esto me enseña que debo compararme solo con lo que dice Tu Palabra, y no con cómo los demás se comportan. Si mi vida no da fruto, yo también seré cortado.

Reflexión

Jesús dijo: “Porque donde esté el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón” (Lc 12:34). ¿Estoy invirtiendo en las cosas eternas, o me consume el deseo de acumular riquezas y posesiones?

Petición

Padre, ayúdame a ser Tu siervo fiel, uno que esté alerta y que trabaje mucho en Tu servicio. Que mi devoción a Ti nunca disminuya, porque “a todo el que se le haya dado mucho, mucho se demandará de él” (Lc 12:48).

Agradecimiento

¡Gracias por el consuelo que viene al saber que Tú me cuidas y me proteges! ¿Por qué debo estar preocupado cuando el Dios del universo ha prometido satisfacer mis necesidades?

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Lucas 12:26.