Querido Padre Celestial, Alabanza Junto con Pedro, declaro que Jesús es “el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Creo que Él murió por mí y fue resucitado para traer vida al mundo. “‘Aleluya, que Su Nombre puede dar salud al hombre, levantarlo del pecado y la maldad. Cuento hoy la dulce historia. Canto: ‘¡Gloria, gloria, gloria! ¡Aleluya! ¡Cristo me salvó!’” ¡Te alabo, Señor! Hoy en Tu Palabra Inmediatamente después de que Jesús regresó a la región de Judea, los fariseos y los saduceos Le pidieron una señal. Su pregunta mostró su incredulidad, porque Jesús ya había hecho muchas señales. Lo peor era que podían interpretar las señales del tiempo que ellos mismos pronosticaban, pero se negaron a reconocer las señales que confirmaban que Jesús era el Mesías (v. Is 53:4). Esto me enseña que la incredulidad no se debe a alguna falta de evidencia. Al contrario, se debe a la pecaminosidad del corazón humano—no quieren creer. Jesús les dio la señal de Jonás (una referencia a Su resurrección), y salió para la región de los gentiles. En el camino, mandó a Sus discípulos que estuvieran atentos y se cuidaran de la “levadura” (las enseñanzas insidiosas) de los fariseos, pero ellos creían que Él estaba reprochándoles por no haber traído ningún pan. Su falta de fe frustró a Jesús, porque ellos habían mirado mientras alimentó a la multitud dos veces, ¡pero todavía se preocupaban de no tener comida suficiente! Esto me muestra que necesito reconocer la conexión entre lo que has hecho y lo que harás. Porque has satisfecho mis necesidades en el pasado, puedo confiar en Ti y saber que me cuidarás en el futuro. Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, en gran parte una región gentil, Jesús preguntó a Sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” Después de escuchar las varias opiniones, Jesús les hizo la pregunta: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?” Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt 16:16). Jesús respondió: “Tú eres Pedro (petros), y sobre esta roca (petra) edificaré mi iglesia”. Jesús estuvo de acuerdo con la confesión de Pedro y declaró que Su iglesia sería edificada sobre esa base, es decir, sobre la verdad de que Él era el Mesías y el Hijo de Dios (la piedra angular) y también sobre Pedro y los apóstoles (que dieron testimonio de que Jesús era el Cristo; lee Hch 4:11; Ef 2:20; 1 P 2:5–7). Después de esto, Jesús explicó a Sus discípulos qué significaba seguirle: “Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lc 9:23). Esto me enseña que la clave para ser discípulo de Jesús es negarme a mí mismo. Cada día debo morir a mí mismo (dejar de lado el derecho para hacer lo que yo quiero), y debo obedecer aun hasta la muerte. Eso es el ejemplo que Jesús me dejó, y debo seguir en Sus pasos (1 P 2:21). Reflexión Cuando Jesús comenzó a explicar cómo debía sufrir y morir (Is 53:9), Pedro dijo: “¡No lo permita Dios, Señor! Eso nunca Te acontecerá” (Mt 16:22). Esto me muestra que es posible que aun los santos acepten y enseñen ideas que provienen de Satanás. Pedro mismo no era el diablo, pero lo que dijo a Jesús provino del enemigo de nuestras almas (contradijo la voluntad clara de Dios). ¿Tengo cuidado de asegurarme de que mis creencias están de acuerdo con las Escrituras? Petición Padre, quiero tomar mi cruz cada día y seguir a Jesús. Ayúdame a negar la carne y decir que ‘¡Sí!’ al Espíritu Santo. Que mis oídos siempre estén abiertos a Su voz dulce. Agradecimiento Gracias por la gracia y por el poder que me darás hoy. ¡Cuán feliz estoy al estar siguiendo a Uno que rindió Su propia vida por mí! ¡Aleluya! En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Marcos 8:36. |