Querido Padre Celestial,

Alabanza

Jesús dijo: “El que ha hallado su vida, la perderá; y el que ha perdido su vida por Mi causa, la hallará” (Mt 10:39). Te alabo hoy por ser el Dios que merece que sacrifique todo, incluso mi propia vida. Demostraste Tu amor para conmigo, en que siendo aún pecador, ¡enviaste a Tu Hijo para morir por mí! ¿Cómo puedo hacer menos que ofrecerte todo de mí en un espíritu de gratitud? ¡Toda la gloria y toda la honra y todo el poder sean para Ti, el Rey de reyes!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre la visita final de Jesús a Nazaret, el encargo de los doce discípulos, y la muerte de Juan el Bautista. Hacía aproximadamente un año desde el momento en que el pueblo de Nazaret había intentado matar a Jesús. Por amor y misericordia, Él regresó una vez más para predicar las buenas nuevas. Esto me muestra que Tú eres sufrido, y no quieres que nadie perezca. ¡Dame tal amor por los perdidos! Desafortunadamente, el pueblo se ofendió y se negó a creer en Él. Jesús no pudo hacer muchos milagros en la aldea y solo sanó a pocos enfermos. Esto me enseña algunas lecciones importantes. La primera lección es que el orgullo puede impedir que yo acepte el ministerio de otros. Necesito tener cuidado de no estar ofendido cuando alguien, que era igual a mí ayer, alcance una posición más importante hoy (Mr 6:3). Segunda, las expectativas falsas pueden ser mi ruina. Necesito asegurarme de que mis suposiciones y mis creencias sobre Ti se fundan en Tu Palabra. Si no, la verdad podría estar delante de mí y no la reconocería. Tercera, la incredulidad puede estorbar Tu gracia. Si mi corazón no es humilde y sumiso a Tu voluntad, puedo frenar que el Espíritu cumpla lo que Tú quieres en mi vida. Después de salir de Nazaret, Jesús llamó a los doce discípulos y les dio poder para expulsar a los demonios y para sanar toda enfermedad. Entonces los envió para predicar el evangelio y para ministrar a “las ovejas perdidas de la casa de Israel”. Esta historia tiene mucho que enseñarme sobre el ministerio. Primero, debe ser motivado por la compasión. Al ver las multitudes, Jesús “tuvo compasión de ellas” (Mt 9:36). Su amor Lo motivó para enviar Sus discípulos a la cosecha. Esto me enseña que si no tengo amor y compasión por los demás, no tendré éxito en mi ministerio. Segundo, incluirá algún tipo de sufrimiento. Jesús dijo: “Y serán odiados de todos por causa de Mi nombre” (Mt 10:22a). Esto me muestra que no debo sorprenderme al experimentar la persecución y el maltrato, incluso a manos de los que afirman ser discípulos. Tercero, el miedo no debe controlarme. Jesús dijo: “No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien teman a Aquél que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno” (Mt 10:28). Esto me anima a defender la verdad con audacia y no dejarme intimidar, diciendo solo lo que mi audiencia quiere oír.

Reflexión

Jesús dijo: “Pero cualquiera que Me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de Mi Padre que está en los cielos” (Mt 10:33). ¿Vivo de tal manera que mi vida proclama que Jesús es mi Señor y mi Maestro?

Petición

Padre, mi deseo es siempre ser un siervo fiel en Tu reino. Ayúdame a amar a otros con un amor que se sacrifica y a trabajar con toda mi fuerza para buscar y salvar a los perdidos.

Agradecimiento

Gracias por estar conmigo hasta el fin. Algunas veces eso quiere decir ser martirizado como Juan el Bautista, y si el martirio será parte de mi futuro, yo sé que me ayudarás a seguir fiel aun hasta la muerte. ¡Te alabo, Señor!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Mateo 10:16.