Querido Padre Celestial, Alabanza Te alabo hoy por Tu Palabra, que se ha arraigado en mi corazón y da fruto. Es inspirada por Tu Espíritu y útil para enseñar, para reprender, para corregir, y para instruir en justicias (2 T 3:16). Es medicina para mi alma y fuerza para mi espíritu. Da testimonio de Ti, y me lleva hacia Tu Presencia gloriosa. ¡Te alabo, Señor! Hoy en Tu Palabra Hoy me dijiste algunas de las parábolas de Jesús. Él enseñó a las multitudes por medio de ellas, no porque eran la manera más clara de enseñar, sino porque la mayoría no las entendían fácilmente. Hizo esto para cumplir las siguientes profecías: “En parábolas abriré mi boca” (Mt 13:35; Sal 78:2) y “Al oír, ustedes oirán, pero no entenderán; y viendo verán, pero no percibirán” (Mt 13:14–15; Is 6:9–10). Jesús fue guiado por el Espíritu para hablar en parábolas para que la verdad permaneciera escondida de los que no querían verla y abierta a los que la deseaban. Aunque los discípulos de Jesús no siempre comprendían las parábolas, su interpretación de ellas mejoró con la practica (Mt 13:51), y Jesús les dijo: “A ustedes les ha sido dado el misterio del reino de Dios, pero los que están afuera reciben todo en parábolas” (Mr 4:11). Esto me enseña la importancia de mantener mi corazón abierto a la verdad. De hecho, la parábola del sembrador habla precisamente de este punto, y me muestra que hay fuerzas que están trabajando para estorbar la obra de Tu Palabra en los corazones de los hombres y para impedir que dé fruto en ellos. Primero, Satanás y sus demonios intentan estorbar que la palabra se arraigue en sus corazones. Esto me muestra que debo ser persistente en mis esfuerzos para ganar a los perdidos. Segundo, la aflicción y la persecución intentan desarraigar la fe de los nuevos creyentes. Esto me muestra que debo ser diligente para discipular y cuidar de los recién convertidos. Tercero, las preocupaciones , las riquezas y los placeres de esta vida tratan de ahogar la fe de los creyentes. Esto me dice que debo tener cuidado y estar en guardia contra el engaño de las riquezas y el ajetreo de esta vida. Si quiero ser buena tierra, alguien que oye la Palabra con un corazón sincero y abierto, debo aferrarme a ella, regarla por medio de la obediencia, y perseverar hasta el fin por la fe. Jesús quería que sus discípulos entendieran que, más que nada, Tu reino es espiritual. En el futuro, será un reino terrenal con un rey (Jesús), una tierra (Israel), un pueblo (los santos), y una ciudad capital (Jerusalén), pero ya existe actualmente en los corazones de los que creen en Él. Por eso, Jesús habló de un reino que era presente, y futuro; revelado, y un misterio; entre nosotros, pero no de este mundo; como una semilla pequeña, pero invadiendo todo. De verdad, es un tesoro que vale la pena comprar y una perla que vale la pena adquirir. Cuando el fin de este siglo venga, quiero ser hallado por Ti como una espiga de trigo produciendo el grano maduro para Ti, porque “entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre” (Mt 13:43). Reflexión Jesús dijo: “Porque al que tiene, se le dará más, pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará” (Mr 4:25). ¿Me aferro a la verdad de Tu Palabra? Si lo hago, recibiré aún más, pero si no, perderé todo. Petición Padre, ayúdame a ser buena tierra para la semilla de Tu Palabra. Dame el poder para seguir fiel a pesar de la persecución, para resistir a las riquezas y a los placeres de esta vida, y para aferrarme a la verdad. ¡Dame un corazón que desee agradarte en todas las cosas! Agradecimiento ¡Gracias por decirme los misterios del reino de los cielos! ¡Estoy bendecido al poder haber oído lo que muchos profetas y justos desearon oír! En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Mateo 13:9. |