Querido Padre Celestial, Alabanza Junto con María, digo: “Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador… porque grandes cosas me ha hecho el Poderoso, y santo es Su nombre. Y de generación en generación es Su misericordia para los que Le temen” (Lc 1:46–47, 49–50). Eres el poderoso Dios, y Te alabo hoy por enviarnos la bendición de Tu Hijo, Jesucristo. Él es mi Señor y mi Dios. ¡Te alabo, Señor! Hoy en Tu Palabra Hoy me dijiste acerca del nacimiento de Juan el Bautista y de la concepción de Jesús. Más de 420 años habían pasado después del momento en que Nehemías reprochó al remanente, llamándolo a servirte fielmente según Tu pacto. En los años transcurridos, las profecías de Daniel se habían cumplido. El imperio persa cayó ante las fuerzas de Alejandro Magno, y después de su muerte, Egipto y Siria compitieron para llevarse la palma política y militarmente en el Oriente Medio. Israel, situado entre ellos, estaba constantemente enredado en su lucha para conseguir el dominio. Al final, el imperio romano tomó control de Judea y hubo un periodo largo de paz. Durante ese periodo, el ángel Gabriel anunció el nacimiento de Juan y de Jesús. Al leer sobre su anuncio, quedé impresionado por la mención de la justicia de Zacarías y de su mujer Elisabet. Sus vidas atestiguan la verdad de que se puede conducirse “intachablemente en todos los mandamientos y preceptos del Señor” (Lc 1:6). Ellos vivían exactamente cómo siempre quisiste que viviera Tu pueblo: de conformidad con Tus leyes externas mientras Te obedecían en sinceridad de corazón. Ellos me muestran que yo también puedo vivir una vida santa delante de Ti. ¡Me encanta el prólogo del evangelio de Juan! Me enseña tantas verdades importantes sobre Jesús: (1) Jesús es el Hijo, el “unigénito” del Padre, (2) Jesús es el Verbo, la personificación de la autoexpresión del Padre que se ve en la creación y en la revelación especial, (3) Jesús es el Dios-hombre, completamente Dios y completamente hombre, una unión de dos naturalezas en una Persona, (4) Jesús es la Vida, la fuente de vida espiritual para todos los que creen, (5) Jesús es la Luz, un faro brillante de esperanza para un mundo en tinieblas, y (6) Jesús es el Exégeta, el que nos revela y explica cómo es el Padre. ¡Qué maravilloso que en estos últimos días, me has hablado por medio de Tu Hijo! Lo hiciste heredero de todas las cosas, y por él creaste el mundo. Él es el resplandor de Tu gloria y la expresión exacta de Tu naturaleza. Él sostiene todas las cosas por la palabra de Su poder, y después de llevar a cabo la purificación de los pecados, él se sentó a Tu diestra (He 1:2–3). ¡Aleluya! Reflexión La fe de María me inspira. Lo que Gabriel le dijo que le sucedería era imposible (Lc 1:34) y las consecuencias de quedarse embarazada al estar comprometida para casarse con José serían tremendas, pero todavía respondió en fe: “Hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lc 1:38). ¿Es ésa mi actitud cuando Tu Espíritu me habla a mí? Petición Padre, no me dejes olvidar que “ninguna cosa será imposible para Dios” (Lc 1:37). Ancla mi vida en la roca de Tu Palabra, y ayúdame a obedecer la voz de Tu Espíritu. Agradecimiento Gracias por enviar a Tu único Hijo para hacerse carne y habitar entre los hombres. ¡Estoy tan agradecido de estar unido con el Unigénito lleno de gracia y de verdad! (Jn 1:14) En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Juan 1:4–5. |