Querido Padre Celestial, Alabanza Nunca dejo de sorprenderme al meditar sobre Tu misericordia y sobre Tu gracia. Enviaste a Malaquías y a Nehemías para tratar con la apatía espiritual y el pecado con que estaba contagiado Tu pueblo, y aunque estabas enojado y dolido porque Te habían rechazado, pediste que se arrepintieran y volvieran a Ti. ¡Te alabo porque Tú disciplinas a Tus hijos! ¡Qué privilegio es llamarte mi Padre! ¡Toda la gloria para Ti en las alturas! Hoy en Tu Palabra Hoy me dijiste sobre la profecía proclamada por Malaquías al remanente y sobre las reformas de Nehemías. Las murallas de Jerusalén fueron terminadas en 444 ac, y Nehemías permaneció en la ciudad sirviendo como su gobernador por algunos años. Después de un periodo de tiempo, fue llamado de nuevo a Persia (Neh 13:6), y durante su ausencia, el celo espiritual del pueblo se enfrió. Se olvidaban los días de arrepentimiento y de compromiso nacional, y poco a poco, las costumbres y las actitudes anteriores entraron sigilosamente en sus corazones. Esto me enseña que la prueba verdadera de mi carácter vendrá después de una gran victoria. Es fácil hacer el bien en medio de un tiempo de avivamiento nacional; es más difícil seguir haciéndolo cuando las emociones se van y las tribulaciones de esta vida regresan. Con el tiempo, surgió en el pueblo una actitud dura y crítica con respecto a Ti. Se quejaron de tener que traerte sacrificios (Mal 1:12–13), se sintieron molestos por la prosperidad aparente de los malvados (Mal 2:17), y dijeron que Te habían servido “en vano” (Mal 3:14). En respuesta, enviaste a Malaquías para enfrentarlos por su pecado. ¿Cómo habían pecado? Habían menospreciado Tu Nombre al ofrecer animales ciegos, cojos y enfermos para el sacrificio (Mal 1:6–8), habían sido desleales a Ti al divorciarse de las mujeres de su juventud (Mal 2:14–16), Te habían robado al no traer sus diezmos y sus ofrendas al templo (Mal 3:8–10), y Te habían despreciado al decir que en vano Te habían obedecido (Mal 3:13–15). Esto me muestra que cuando alguien Te acusa a Ti, en realidad está tratando de silenciar su propia consciencia culpable. Malaquías reprendió al remanente por su pecado, y mandó que Te trataran con toda la honra y todo el respecto que mereces. Les advirtió que si no se arrepentían, los castigarías severamente: “Porque viene el día, ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen el mal serán como paja” (Mal 4:1). Nehemías regresó a Jerusalén poco después de la profecía de Malaquías, y enfureció al darse cuenta del pecado del pueblo. Echó a Tobías del templo, devolvió los diezmos a los levitas, hizo que honraran el día de reposo, y castigó a los que se habían casado con extranjeras. Esto me enseña que un líder justo se encara con sus seguidores cuando pecan y se niega a pasar por alto su maldad. Reflexión La apostasía viene poco a poco: primero, viene la negligencia ocasional, entonces el descuido del alma, y finalmente, la desobediencia descarada. ¿Resisto la tentación, o participo en algunos pecados “pequeños” y secretos? Petición Padre, qué fácil es extraviarse en las corrientes de este mundo. ¡Ayúdame a rechazar los placeres temporales del pecado y correr mi carrera con perseverancia! ¡Que mi vida siempre Te traiga honra y gloria a Ti! Agradecimiento Gracias por los ejemplos dejados por hombres como Malaquías y Nehemías. Proclamaron la verdad en medio de una cultura pecaminosa y permanecieron firmes contra el pecado entre un pueblo que no Te servía. ¡Otorgame una porción doble de su coraje! En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Malaquías 4:2. |