Querido Padre Celestial, Alabanza Digo con Daniel: “Ay, Señor, el Dios grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia para los que Lo aman y guardan Sus mandamientos…Tuya es la justicia, oh Señor…Al Señor nuestro Dios pertenece la compasión y el perdón” (Dn 9:4, 7, 9). ¡Te alabo, Señor! ¡Qué maravilloso es servir a un Dios que iempre guarda Su pacto y tiene misericordia de Su pueblo! ¡Aleluya! Hoy en Tu Palabra Hoy me dijiste sobre el regreso de los desterrados a Jerusalén bajo el liderazgo de Esdras. En el primer año de Darío (también conocido como Ciro el Grande), Daniel se dio cuenta de que el fin de los setenta años del destierro en Babilonia se acercaba (Jer 25:11–12; 29:10). Esta comprensión lo motivó a orar—vino delante de Ti “en ayuno, cilicio y ceniza”. Se humilló y confesó el pecado de Israel, pidiendo Tu misericordia, perdón y restauración. Esto me enseña más de una lección. Primero, Daniel estaba completamente versado en las Escrituras. Estaba leyendo las profecías de Jeremías, y su oración indica que conocía la oración dedicatoria del templo que oró Salomón (1 R 8:47) y las maldiciones contra Israel en la ley (Dt 29). Daniel conocía Tu Palabra, y yo debo conocerla también. Segundo, en lugar de regocijarse al meditar sobre la restauración inminente de Judá, Daniel se humilló y lamentó el pecado de Judá. Se dio cuenta de que el exilio fue el resultado de una rebelión constante contra Ti, y que el regreso desde el destierro no llevaría ningún significado espiritual si el pueblo no lamentaba su idolatría y su maldad, el pecado mismo que había destruido a Jerusalén. Esto me muestra que nunca debo olvidar mi pecado que Tú has perdonado, porque el recuerdo de ello me guardará de llegar a ser orgulloso y desobediente. Tercero, Daniel no “nombra y reclama” Tu promesa para restaurar Jerusalén, y no presume “hacer que Tú cumplas Tu promesa”. Al contrario, pidió que Tú escucharas, perdonaras, atendieras y actuaras, no por amor de Israel, sino por amor de Tu gran Nombre (Dn 9:19). Esto me enseña que debo traer a Ti mis peticiones en un espíritu humilde y con una actitud que quiera más que nada el honor de Tu Nombre. Reflexión Ciro animó a los que quedaban en Babilonia para que apoyaran a los que regresaban a Jerusalén (Esd 1:4). ¿Estoy yo respaldando Tu Reino con mis ofrendas para los que estan labrando para la cosecha en los campos del mundo? Petición Padre, dame un espíritu como el que tenía Daniel. Ayúdame a preocuparme más de Tu Reino y de Tu voluntad que de mi propio ministerio y de mi voluntad. Por amor de Ti mismo, ¡haz resplandecer Tu rostro sobre mi vida! (Dn 9:17) Agradecimiento Gracias por todos Tus actos de justicia. Aun cuando me disciplinas por causa de mi pecado, eres justo, y Tus obras perfectas siempre están atrayéndome a Cristo y exaltan Tu Nombre glorioso (Dn 9:16). En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Daniel 9:18. |