Querido Padre Celestial, Alabanza Me dio un vuelco el corazón cuando Ezequiel miró por la puerta oriental y Te vio—“Y vi que la gloria del Dios de Israel venía de la parte del oriente. Su voz era como el sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía de Su gloria” (Ez 43:2). Ezequiel se postró, ¿pues quién puede estar de pie ante la Presencia del gran Señor de los ejércitos? Me postro hoy delante de Ti, y Te adoro por ser el Rey de reyes. Llena mi corazón como llenaste Tu templo, ¡y permite que mi vida resplandezca con Tu gloria! ¡Te alabo, Señor! ¡Aleluya! Hoy en Tu Palabra Hoy me dijiste la primera parte de la visión que Ezequiel tuvo del templo milenario. Era el año veinticinco del destierro, y hacía trece años que no hablabas a Tu pueblo (capítulos 34–39). Ahora, por medio de una visión del futuro, les revelaste la belleza y la gloria del reino venidero de Tu Hijo. Llevaste a Ezequiel, y lo pusiste sobre una montaña muy alta y le mostraste el templo que algún día sería edificado en Jerusalén. Un ángel lo llevó a hacer un recorrido de los edificios, midiendo con cuidado cada sección para que el profeta no lo olvidara y para que “declar[ara] todo lo que ves a la casa de Israel” (Ez 40:4). Cuando llegaron a la puerta oriental, ¡Ezequiel miró y observó mientras Tu gloria regresó al templo! Tú declaraste: “Este es el lugar de Mi trono, el lugar de las plantas de Mis pies, donde habitaré entre los Israelitas para siempre… Que alejen ahora de Mí sus prostituciones y los cadáveres de sus reyes, y Yo habitaré entre ellos para siempre” (Ez 43:7–9). Tú deseabas que esta visión convenciera los corazones del pueblo de su pecado y que hiciera que ellos se avergonzaran de su maldad pasada: “Y tú, hijo de hombre, describe el templo a la casa de Israel, para que se avergüencen de sus iniquidades, y tomen las medidas de su plano” (Ez 43:10). Esto me enseña que Tú no puedes habitar en algún lugar profanado por la presencia de la idolatría y del pecado. Así como la maldad constante y no arrepentida había hecho que Tú salieras de la casa sobre la cual habías dicho a Salomón: “En ella estarán Mis ojos y Mi corazón perpetuamente” (1 R 9:3), también causará que Tú salgas de la vida de quien que se niegue a ser leal y obediente a Ti (1 R 9:6–9). También me enseña que Tu revelación del futuro tiene el propósito de estimular mi corazón con el deseo de ser fiel a Ti. Debe provocarme a rechazar la tentación y aferrarme a Ti por amor, ¿por qué quién no querría ser parte del futuro que has planeado? Reflexión Mientras recorría (a través de los ojos de Ezequiel) los edificios en el complejo del templo, yo podía sentir Tu entusiasmo sobre el futuro. En la misma manera en que los hombres disfrutan de mostrar sus casas a sus amigos, Te deleitas al mostrarme Tu casa milenaria (de hecho, no podías esperar; ¡querías mostrarme ahora!) Petición Padre, más que cualquier cosa quiero estar algún día en Jerusalén, y con mis propios ojos, quiero ver Tu templo. Ayúdame a correr con paciencia la carrera que tengo por delante— ¡ayúdame a perseverar hasta el fin y terminar mi vida en la fe! Agradecimiento ¡Gracias por el privilegio de ser Tu hijo! ¡Qué maravilloso es meditar sobre la verdad de que Tú morarás entre los hijos de Israel para siempre! Amén. ¡Ven, Señor Jesús! En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Ezequiel 43:2. |