Querido Padre Celestial,

Alabanza

Vez tras vez dijiste: “Y sabrán que Yo soy el Señor” (Ez 26:6; 28:23; 29:9; 30:8; 32:15). Lamentablemente, a esta frase siempre le sigue la declaración de algún destino funesto—la mancha escarlata de sangre o el hedor pútrido de pestilencia. ¡Qué trágico es que los hombres no Te reconocerán como Dios, sino que son desagradecidos por la luz que provees, deteniendo y sofocando con su injusticia la verdad! ¡Quiero alabarte hoy y honrar Tu Nombre, pues eres verdaderamente “el Señor”, el gran “Yo Soy”! ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre la reacción de Tiro a las noticias de la destrucción de Jerusalén. En lugar de estar triste al ver los estragos hechos por los babilonios en la ciudad, los habitantes de Tiro se rieron con placer—“¡Ajá!, la puerta de los pueblos está rota, se abrió para mí, me llenaré, ya que ella está asolada” (Ez 26:2). En ese momento, Tiro controlaba las rutas comerciales marítimas, mientras que Judá dominaba las terrestres. Si una nación controlaba las rutas de comercio, también podía imponer peajes y recaudar impuestos. Con Jerusalén destruida, los de Tiro podían apropiarse de todo ese ingreso importante. Al escuchar la tontería de su reacción a la caída de Jerusalén, no puedo menos que sacudir mi cabeza. ¡A mí, me parece obvio que nunca es una buena idea reírse al ver la destrucción que Tú derramas sobre Tu propio pueblo! (v. Pr 24:17–18; Abd 1:12). Tú Te diste vuelta y miraste hacia Tiro en el norte—“Yo estoy contra ti, Tiro, y haré subir contra ti muchas naciones, como el mar hace subir sus olas” (Ez 26:3). La primera ola de Tu juicio llevó a Nabucodonosor y el ejército babilónico (Ez 26:7–11). Él asedió a Tiro por 13 años—y cuando acabó, la ciudad en tierra firme quedó en ruinas. La segunda ola de Tu juicio llevó al ejército persa, que conquistó a los habitantes de Tiro cerca del 525 ac. La tercera ola de Tu juicio llevó al poderoso rey griego, Alejandro Magno (Ez 26:12–14). Él subió contra Tiro en 332 ac, algunos 255 años desde la profecía hecha por Ezequiel. Alejandro destruyó la ciudad en tierra firme, entonces usó los escombros para edificar un arrecife para poder cruzar las aguas y atacar el baluarte en la isla. Su conquista cumplió Tus palabras de que los enemigos de Tiro “…arrojarán al agua tus piedras, tus maderas y tus escombros” (Ez 26:12). La descripción de la desaparición de Tiro es una de las más detalladas en la Biblia, y su cumplimiento es evidencia que hoy prueba la veracidad de Tu Palabra. Actualmente, el baluarte en la isla en que confiaban los habitantes de Tiro todavía es un montón de escombros, ¡un testimonio de Tu juicio por el pecado!

Reflexión

La ciudad de Tiro estuvo obsesionada con su propia hermosura (Ez 27:3), y Tú describiste al rey de Tiro como un tipo de Satanás, la criatura angélica cuya belleza llegó a ser una fuente de orgullo (Ez 28:12–15). El orgullo es tan insidioso—se puede colar incluso en los corazones más piadosos. ¿Tengo cuidado de permanecer humilde delante de Ti?

Petición

Padre, la belleza física y las posesiones materiales son muy temporales y engañosas. No permitas que yo anhele estas cosas, y no dejes que yo olvide que “gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Ti 6:6 RVR60).

Agradecimiento

Gracias por la advertencia que recibo por medio de Tu mensaje para Tiro. ¡Aquellos cuyos corazones se enaltecen por su sabiduría y por sus riquezas solo están preparando el terreno para una destrucción final!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Ezequiel 28:22.