Querido Padre Celestial, Alabanza Hiciste esta pregunta a Tu pueblo: “¿Acaso me complazco Yo en la muerte del impío,” declara el Señor Dios, “y no en que se aparte de sus caminos y viva?” (Ez 18:23) ¡Qué maravillosas son estas palabras para mí! Te alabo hoy—deseas que “todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad” (1 Tim 2:4). ¡Cuán agradecido estoy al saber que puedo “arrepentirme y vivir”! (Ez 18:32) ¡Te alabo, Señor! Hoy en Tu Palabra Hoy me dijiste más de la profecía que Ezequiel proclamó a los desterrados en Babilonia. El pueblo respondió a Tu relato del adulterio y de la maldad de Jerusalén cuando citó este proverbio: “Los padres comen las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera” (Ez 18:2). Estaban acusándote de castigarlos por los pecados de sus padres (Ez 18:29). Tú les respondiste de la forma más enérgica posible: “Vivo Yo,” declara el Señor Dios, “que no volverán a usar más este proverbio en Israel” (Ez 18:3). Tu ira y Tu castigo por el pecado nunca son derramados sobre los inocentes, sino que “el alma que peque, ésa morirá” (Ez 18:4). Esto me enseña que aunque el pecado de las generaciones anteriores tiene consecuencias que me afectan actualmente, nunca me culparás ni me castigarás por los pecados cometidos por otra persona. Tu promesa de visitar la maldad de los padres sobre los hijos fue dada para los que “Me aborrecen” (Ex 20:5). Los hijos que siguen el ejemplo malvado dado por los padres recibirá esa “visitación” justa (v. 2 Cr 21:12–15; Mt 23:32). Ezequiel también le recordó al pueblo lo que dijiste por medio de Moisés: “Los padres no morirán por sus hijos, ni los hijos morirán por sus padres; cada uno morirá por su propio pecado” (Dt 24:16). Un hijo malvado sería castigado por su pecado a pesar de la santidad de su padre, y un hijo santo no cargaría con el pecado de su padre (Ez 18:20). Esto me enseña que cada persona debe rendirte cuentas por sus propias acciones—mi inocencia o mi culpabilidad solo se basa en las decisiones que yo mismo tomo. Ezequiel concluyó al decir que los malvados que se arrepienten vivirán, y los santos que se rebelan morirán. Es claro que estabas hablando de algo más allá de la vida y la muerte físicas, porque ¿qué ganancia sería para los malvados vivir esta vida temporal si morirán eternamente? Si fuera así, ¡Tu llamamiento a “arrepentirse y vivir” sonaría hueco! No, sino que estabas hablando de la vida que surge de un “corazón nuevo y un espíritu nuevo”—esa vida permanecerá para siempre por estar unida con la fuente verdadera de vida, Jesucristo. De la misma manera, la muerte que viene por la apostasía y por la rebelión también durará para siempre. “El alma que peque morirá”, y esa muerte es la separación eterna de Ti, una eternidad en los fuegos del infierno. Reflexión ¿Vivo solo por inercia, confiando en las decisiones santas que tomé en el pasado en lugar de obedecerte en la actualidad? Si lo hago, me estoy engañando, y mi iniquidad me llevará a la destrucción (Ez 18:31). Petición Padre, dame una fe actual y viva— ¡una fe que se aferre a Tu Palabra y que responda en obediencia a Tu voluntad! ¡Que mi vida siempre honre y adorne el evangelio de Jesucristo! Agradecimiento Gracias por el conocimiento de que yo no cargaré con los pecados de mis padres. Tendré que presentarme delante de Ti, y seré juzgado por mis propias decisiones. De verdad, ¡el camino del Señor es recto! (Ez 18:25) En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Ezequiel 20:44. |