Querido Padre Celestial, Alabanza Hiciste esta pregunta a Tu pueblo: “¿No Me temen? ¿No tiemblan delante de Mí? Que puse la arena como frontera del mar… aunque se agiten las olas, no prevalecerán; aunque bramen, no pasarán sobre ella” (Jer 5:22). Tu gran poder se ve en Tu soberanía sobre la tierra, ¡y Te honro como el Rey, el Alto y Sublime! Vengo delante de Tu trono en un espíritu de reverencia y adoración, y Te digo con todo mi corazón: “¡Temamos ahora al Señor nuestro Dios, que da la lluvia a su tiempo” (Jer 5:24)! ¡Te alabo, Señor! Hoy en Tu Palabra Hoy me dijiste más sobre el ministerio de Jeremías como Tu “profeta a las naciones” (Jer 1:5). Antes, habías dado a Jeremías una visión de una olla hirviendo que se volcaba hacia Judá desde el norte. Representaba los ejércitos de los reinos del norte—pronto vendrían y pondrían sitio a Jerusalén (Jer 1:13–16). Ahora, permitiste que Jeremías experimentara vívidamente cómo sería ese juicio futuro. “Y sucederá en aquel día,” declara el Señor, “que fallará el corazón del rey y el corazón de los príncipes; se quedarán atónitos los sacerdotes y los profetas se pasmarán” (Jer 4:9). El pueblo oiría que el enemigo se acercaba y entraría en pánico—“Flaquean nuestras manos. La angustia se ha apoderado de nosotros, dolor como de mujer de parto” (Jer 6:24). De hecho, la devastación que Jeremías vio era tan grande que él gritó: “¡Alma mía, alma mía! Estoy angustiado, ¡oh corazón mío! Mi corazón se agita dentro de mí; no callaré, porque has oído, alma mía, el sonido de la trompeta, el pregón de guerra” (Jer 4:19). ¿Por qué pintaste un cuadro tan horroroso de la destrucción futura de Jerusalén? ¡Porque querías que Tu pueblo se arrepintiera! “Lava de maldad tu corazón, Jerusalén, para que seas salvada. ¿Hasta cuándo morarán dentro de ti pensamientos perversos? Párense en los caminos y miren, y pregunten por los senderos antiguos, cuál es el buen camino, y anden por él; y hallarán descanso para sus almas” (Jer 4:14; 6:16). Siempre estás tendiendo la mano hacia los pecadores, llamándolos a volverse a Ti. Si yo fuera como Tú, querido Padre, haría lo mismo. ¡Dame carga por los perdidos! ¡Que Tus palabras me llenen hasta el punto en que me vea obligado a proclamar el evangelio! Es posible que la misión pruebe mi alma como lo hizo a Jeremías, pero ¡ayúdame a seguir adelante para ganar a los perdidos para Ti! Reflexión La próxima vez que yo crea que soy demasiado insignificante para poder hacer una diferencia, debo recordar lo que le dijiste a Jeremías: “Recorran las calles de Jerusalén, y miren ahora, e infórmense; busquen en sus plazas, a ver si hallan algún hombre, si hay quien haga justicia, que busque la verdad, y Yo la perdonaré” (Jer 5:1). Petición Padre, no me importa lo que hacen los demás; ¡yo quiero ser esa única persona que hace justicia y que busca la verdad! Ayúdame a permanecer firme en la fe y dar un ejemplo santo a mi familia y a mis amigos. Agradecimiento Gracias por la advertencia que diste a Jeremías para todas las naciones (Jer 6:18–19). Me haría bien aprender de la destrucción de Tu pueblo, ¡porque Tu juicio viene a toda la tierra! En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Jeremías 6:16. |