Querido Padre Celestial, Alabanza Estás sentado más alto que los querubines; eres el “Señor, Dios de los ejércitos” (Sal 80:1, 4). Así como el pastor guía su rebaño, guías Tú a Tu pueblo, y como un viñador cuida de su viña, cuidas Tú de ellos. Te alabo hoy y exalto Tu Nombre. “¡Haz resplandecer Tu rostro sobre nosotros y seremos salvos!” (Sal 80:19). Hoy en Tu Palabra Hoy me dijiste acerca de la caída de Samaria y el destierro de Israel hacia Asiria. Esta fue la tercera y última invasión de Israel por Asiria. La primera incursión había sido una advertencia—para evitar nuevos ataques, Israel tenía que pagar tributo y prometer que no se rebelaría. El pueblo debió haber aprendido la lección y haberse vuelto a Ti en arrepentimiento. Pero no lo hizo, y permitiste que Asiria los invadiera de nuevo, llevando consigo las tribus trasjordanas de Rubén, Gad, y la media-tribu de Manasés. Pero todavía Israel se negó a dejar su idolatría. Entonces, Asiria invadió Israel por tercera vez, destruyendo la ciudad capital de Samaria y desterrando a la mayor parte del pueblo. Después, los asirios repoblaron la tierra con extranjeros de otras naciones ya conquistadas. Estabas haciendo precisamente lo que prometiste hacer por medio de los profetas, desde Moisés (Dt 28:63) hasta Oseas (Os 10:6). Le habías advertido a Israel vez tras vez. Ellos sabían lo que venía, ¡pero todavía Te rechazaban! Israel había mostrado no ser mejor (a veces aun peor) que las naciones inmundas que había destruido en los días de Josué. La nación había dejado de lado su propósito original: honrarte y ser una luz a las naciones de los alrededores. Es cierto el proverbio: “El hombre que después de mucha reprensión se pone terco, de repente será quebrantado sin remedio” (Pr 29:1). Reflexión Los asirios hicieron vivir en Israel a personas de otras naciones; se dice que esos hombres “temían al Señor”, pero también adoraban otros dioses (2 R 17:33). Así el autor de Reyes dice que no temían al Señor en realidad (2 R 17:34–35). Esto me enseña que una lealtad dividida no sirve para nada. Petición Padre, escudriña y conoce mi corazón y revela cualquier área que no está completamente consagrada a Ti. Quiero poder decir algún día que Te serví con todo mi corazón. Agradecimiento Gracias por la promesa de que siempre librarás a los que Te temen (2 R 17:39). ¡Eres el protector y restaurador de todos los que confían en Ti! En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Salmo 80:3. |