Querido Padre Celestial,

Alabanza

Verdaderamente eres bueno, ¡y Tu misericordia es para siempre! (2 Cr 7:3). Tú disciplinas a Tus hijos y los reprendes por su pecado, pero cuando se humillan y oran y buscan Tu rostro, oyes desde los cielos y perdonas sus pecados y sanas su tierra. Te bendigo hoy, ¡y alabo Tu Nombre!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste cómo expresaste visiblemente Tu aprobación del templo de Salomón y de su oración dedicatoria. Al final de la oración de Salomón, derramaste fuego de los cielos y consumiste el holocausto y los sacrificios, y Tu gloria llenó el templo. El pueblo se postró sobre sus rostros, y Te adoraron y dieron alabanza. Esto me enseña que la humildad es la respuesta correcta cuando estoy en Tu Presencia, y la alabanza es proclamar la verdad sobre Tu carácter. Salomón y el pueblo celebraron una fiesta de dedicación, y observaron la Fiesta de los Tabernáculos. Cuando se acabó, regresaron regocijándose a sus casas, con corazones felices. Esto me muestra que adorarte es una bendición y que Te deleitas cuando yo hallo mi felicidad y mi satisfacción en Ti. Salomón pasó los trece años siguientes edificando su palacio. Al terminar su construcción, Tú apareciste a él por segunda vez, y le dijiste que habías oído su oración y que le otorgarías su petición. Pero también le advertiste que la desobediencia traería desastre—el destierro y la destrucción del templo. Esto me enseña que tengo el poder para traer la bendición o la ruina sobre los que están bajo mi autoridad—tengo una obligación seria de andar delante de Ti en integridad de corazón y en equidad (1 R 9:4).  

Reflexión

Salomón y el pueblo consagraron el templo—lo pusieron aparte para el propósito exclusivo de honrarte y alabarte. De la misma manera, soy llamado a consagrar mi corazón y mi cuerpo para Tu servicio. ¿Me propongo cada día caminar solamente en Tus caminos?

Petición

Padre, repito la petición de Salomón por: la bendición de Tu Presencia, el deseo de hacer Tu voluntad, la capacitad para obedecer Tus mandatos, la provisión de mis necesidades diarias, y la extensión de Tu Reino sobre toda la tierra (1 R 8:57–60).

Agradecimiento

Gracias por darme el honor y el privilegio de servirte. No hay ningún llamamiento más alto, ninguna misión más grande, y ningún propósito mejor que una vida dedicada a Tu gloria.

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: 2 Crónicas 7:12–14.