Querido Padre Celestial,

Alabanza

Me uno con el salmista y digo: “¡Aleluya! Porque el Señor es bueno; canten alabanzas a Su nombre, porque es agradable. Porque yo sé que el Señor es grande, y que nuestro Señor está sobre todos los dioses. Todo cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos. Tu nombre, Señor, es eterno; Tu memoria, Señor, por todas las generaciones” (Sal 135:3, 5–6, 13). ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me contaste sobre el resto de los salmos llamados los “Cánticos del Ascenso Gradual”. Es probable que estos cánticos fueran entonados por los que subían el monte hasta Jerusalén para las tres fiestas anuales. Estos salmos son cánticos de peregrinos, canciones que expresan anticipación y gozo al pensar en adorarte. La colección comienza con el salmo 120, un salmo que describe el cansancio del autor al morar entre un pueblo tan engañoso—personas que “aborrecen la paz” y que “hacen guerra” (Sal 120:6–7). El salmista clamó a Ti en su día de angustia y Tú le contestaste. ¡Me consuela mucho saber que Tú me oyes cuando clamo a Ti! El salmo 121 es una respuesta alentadora a la pregunta: “¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel” (Sal 121:1b–4). El salmo 123 repite este pensamiento y desarrolla el tema de poner mis ojos en Ti: “A Ti alcé mis ojos, a Ti que habitas en los cielos. He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros.” (Sal 123:1–2). Estos salmos me enseñan la importancia de alzar mis ojos de las preocupaciones y de las tribulaciones cotidianas y poner mi atención y mi corazón en Ti. Como Pedro en el Mar de Galilea, si mantengo mi mirada fija en Jesús, puedo caminar sobre el agua que quiere hundir mi alma.

Reflexión

Cuando David llegó a ser rey de Israel, vivía en un palacio bello. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que llegara a estar preocupado de que el arca del pacto, el símbolo de Tu presencia entre el pueblo, permanecía en una tienda. Le molestaba tanto que no pudo dormir hasta que rectificó la situación (Sal 132:2–5). Esto me conmueve— ¿tengo yo tanto celo por Tu honra? ¿Me importa Tu gloria tanto que haré cualquier cosa que se deba hacer para tratarte con el respecto que mereces?

Petición

Padre, ‘si mirares a los pecados, ¿quién podrá mantenerse? Pero en Ti hay perdón, para que seas reverenciado’. Ayúdame a esperar en Ti y a esperar en Tu palabra (Sal 130:3–5 RVR60).

Agradecimiento

¡Gracias por las bendiciones que vienen de temerte! Cuando ando en Tus caminos, mi familia y que todo lo que tengo reciben Tu bendición (Sal 128). ¡Te alabo, Señor!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Salmo 125:1–2.