Querido Padre Celestial, Alabanza El salmista dijo “halelu-yah”, y yo repito sus palabras. Aleluya—“¡Alabaré a Jehová!” (Sal 111:1). Grandes son Tus obras, oh Señor, y estudiadas por los que las quieren. Las obras de Tus manos son verdad y juicio; fieles son todos Tus mandamientos. Son afirmados eternamente y para siempre, para ser hechos en verdad y en rectitud. Todo lo que haces es digno de mi alabanza, ¡y espero con gozo tener el privilegio de alabarte a lo largo de la eternidad! ¡Aleluya! Hoy en Tu Palabra Hoy me contaste sobre el primer grupo de los tres grupos de salmos llamados “Hallel”. La palabra hallel es la palabra hebrea “alabanza” y es la primera parte de la palabra “Aleluya” (literalmente ‘alaben a Jehová’ o ‘alaben al Señor’). El primer grupo, los salmos 113–118, se llama el “Hallel Egipcio” debido a su énfasis puesto en el éxodo de Egipto en Salmo 114. El Hallel egipcio desempeñó un papel importante en la liturgia de la Pascua. Según la costumbre, los primeros dos salmos eran cantados antes de la cena y los otros cuatro salmos después de ella; es probable que fueran los últimos salmos que Jesús cantó antes de su pasión (v. Mr 14:26). El salmo 118 tenía un especial significado para Él—los enemigos descritos en v. 10–13 verdaderamente Lo habían rodeado y una muerte cruel sería Su destino. Sin embargo, se animó a Sí Mismo con un versículo del canto de victoria del lado del Mar Rojo: “Mi fortaleza y mi cántico es Jehová, y Él me ha sido por salvación” (v. 14; Ex 15:2). Jesús sabía que Tú no Lo entregarías a la muerte—aunque murió, ¡la tumba no pudo retenerlo! (v. 17–18). Tú abriste completamente las puertas de la justicia, y Él entró por ellas con alabanza. Es verdad que “la piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. De parte de Jehová es esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos. Este es el día que hizo Jehová; nos gozaremos y alegraremos en él” (Sal 118:22–24). ¡Digo: “Amén”! ¡El día del triunfo de Tu Hijo es verdaderamente un día de regocijo! Junto con el salmista, canto: “Alabad a Jehová, porque Él es bueno; porque para siempre es Su misericordia” (Sal 118:29). ¡Te alabo, Señor! Reflexión La única manera para hacerse verdaderamente sabio es temerte a Ti (Sal 111:10). Con demasiada frecuencia se cree que es posible llegar a ser sabio solo por experiencia y conocimiento. Pero si no Te honro en todos mis caminos, me encontraré en un camino cuyo fin es la destrucción (Pr 14:12). Petición No a mí, oh Jehová, no a mí, sino a Tu nombre da gloria (Sal 115:1). Que Tu gracia llene mi vida y que Tus alabanzas llenen mi boca. Agradecimiento Gracias por oír mi voz y mis súplicas (Sal 116:1–2). Cuán agradecido estoy al saber que “Jehová guarda a los sencillos” (Sal 116:6). ¡Aleluya! En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Salmo 116:15. |