Querido Padre Celestial,

Alabanza

David dijo: “Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; adorad a Jehová en la hermosura de la santidad. Voz de Jehová con potencia; voz de Jehová con gloria. Jehová preside en el diluvio, Y se sienta Jehová como rey para siempre” (Sal 29:2–10 RVR60). Te alabo hoy, oh Señor, y Te ofrezco mis sacrificios de alabanza con gritos de júbilo (Sal 27:6). Eres mi fortaleza y mi escudo; en Ti confía mi corazón (Sal 28:7). ¡Te alabo, Señor!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me contaste más sobre los salmos de David. El salmo 26 me muestra la paz y la confianza que viene de tener una consciencia intachable. David dijo: “Hazme justicia, oh Señor, porque yo en mi integridad he andado, y en el Señor he confiado sin titubear. Examíname, oh Señor, y pruébame; Escudriña mi mente y mi corazón” (Sal 26:1–2). ¡Esto me enseña que mi vida puede pasar el escrutinio de Tu ojo buscador! ¿Cómo se puede hacer? Por poner delante de mis ojos Tu misericordia (Sal 26:3a), por andar en Tu verdad (Sal 26:3b), por rechazar el compañerismo de los malvados (Sal 26:4–5), por lavarme en Tu sangre purificadora (Sal 26:6), y por amarte a Ti con todo mi corazón (Sal 26:8). David atestigua la verdad de que puedo vivir una vida inocente y llena de integridad, y también mis pies pueden estar “sobre tierra firme” (Sal 26:12). El salmo 27 recuerda una de las muchas ocasiones en que David estuvo siendo perseguido por sus enemigos. Su refugio era Tu tabernáculo y su deseo más grande era que “habit[ara] yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y para meditar en Su templo” (Sal 27:4). Que expresión tan bella de una obsesión magnífica: “¡Tu rostro, Señor, buscaré!” (Sal 27:8).

Reflexión

Casi la mitad de los salmos (72 de ellos) hablan sobre los enemigos. Esto me sirve como recordatorio de que estoy en una guerra espiritual contra las fuerzas de maldad. Mi peor enemigo es Satanás, y él “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;” (1 P 5:8). ¡Me haría bien refugiarme en Ti!

Petición

Padre, escúchame cuando Te pido ayuda. Paga a los malvados por sus pecados, y trae sobre sus cabezas lo que merecen. Sálvame y bendíceme—sé mi pastor y llévame para siempre en Tus brazos (Sal 28:4, 9).

Agradecimiento

Estoy tan agradecido de saber—“Porque un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría” (Sal 30:5). ¡Aleluya!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Salmo 25:4–5.