Querido Padre Celestial, Alabanza David dijo: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Sal 19:1). La grandeza y lo extenso del universo declaran la verdad de Tu existencia. De hecho, Pablo dijo que Tu eterno poder y deidad se hacen claramente visibles en todo lo que has creado (Ro 1:19–20). Te alabo hoy como el Dios que se revela al mundo—Te honro como Dios y Te doy gracias por Tu bondad (Ro 1:21). ¡Te alabo, Señor! Hoy en Tu Palabra Hoy me contaste más acerca de los salmos de David. El salmo 22 es el que citó Jesucristo mientras colgaba en la cruz. Él clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Sal 22:1a), y las palabras de este salmo se cumplieron mientras padeció la agonía de la crucifixión. Fue escarnecido y despreciado (Sal 22:6), se burlaron de Él por Su confianza en Ti (Sal 22:7), Sus enemigos lo rodearon para mirarlo y regodearse (Sal 22:12–13, 16–17), Sus manos y Sus pies fueron traspasados (Sal 22:16), y dividieron sus vestidos y echaron suertes sobre ellos (Sal 22:18). Sin embargo, hay una corriente de esperanza que fluye a lo largo de este salmo. Jesús recordó que los padres confiaron en Ti y fueron librados (Sal 22:3–5), y recordó con gratitud Tu cuidado personal de Él a lo largo de toda Su vida—“Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios” (Sal 22:9–10). Este tema de confianza culmina finalmente en un crescendo de gozo—“Y líbrame de los cuernos de los búfalos” (Sal 22:21b). Jesús se regocijó en el hecho de saber que Su sacrificio “llevaba muchos hijos a la gloria”, y no estaba avergonzado de llamarme Su hermano, diciendo: “Hablaré de Tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación Te alabaré” (Heb 2:10–12; Sal 22:22). Digo con David: “Los que temen al Señor, ¡alábenlo!” (Sal 22:23a). No menospreciaste el sufrimiento de Tu siervo fiel y no encubriste Tu rostro de Él (Sal 22:24b). Cuando Jesús clamó a Ti, lo oíste, y aunque murió, ¡lo levantaste victorioso a la vida eterna! ¡Aleluya! Reflexión Los verdes pastos y las aguas tranquilas que refrescan el alma los disfrutan solo los que Te siguen en sumisión y obediencia (Sal 23:2–3). Si me resisto a Tu liderazgo, me niego a las mismas cosas que me alimentan y me traen paz. Petición Padre, más que nada deseo tener “manos limpias y corazón puro”. Ayúdame a evitar el engaño y permanecer fiel a Ti. ¡Que yo siempre busque el rostro del Dios de Jacob! (Sal 24:4–6). Agradecimiento Qué maravilloso es saber que “ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días” (Sal 23:6). ¡Bendito seas, Señor! En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Salmo 21:7. |