Querido Padre Celestial, Alabanza Te alabo por el Pacto Davídico—es la promesa gloriosa de un Rey futuro que reinará para siempre (1 Cr 17:13–14). Zacarías, por medio del Espíritu Santo, reconoció a Jesús como este Rey: “Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo” (Lc 1:68–69 RVR60). Hoy en Tu Palabra Hoy me dijiste del pacto que Tú hiciste con David. Después de derrotar a sus enemigos, David se preocupó de que el arca, el símbolo de Tu presencia, estuviera en una tienda mientras que él vivía en un palacio maravilloso. El deseo de David para edificar un templo Te agradó, pero le dijiste que “No”. Esto me enseña que habrá tiempos en los que yo quiera hacer algo bueno para Ti, pero el tiempo no sea el correcto o yo no sea la persona que Tú quieras que lleve a cabo la tarea. La disposición de David a someterse a Tu voluntad es un ejemplo excelente de cómo mostrar respeto por tu dirección. David aceptó su parte en Tu plan, y no trató a pasar por encima de Tu decisión. Aunque rechazaste la petición de David, no rechazaste a David mismo. De hecho, aprovechaste la ocasión para establecer Tu pacto con él—prometiste que harías que la casa de David (su dinastía) permaneciera para siempre. La dinastía terrenal de David acabó cuatro siglos después, pero Tu Hijo, Jesucristo, un descendiente directo de David, era el final cumplimiento de esta promesa (Hch 2:22–36). Jesús reinará para siempre—actualmente reina en los corazones de Tus hijos y algún día reinará en la tierra (Lc 1:30–33; Ap 21). David se regocijó en Tu promesa y fue humillado al pensar cómo lo habías llevado de ser un pastor hasta el rey de Tu pueblo. Esto me enseña que la respuesta correcta a Tu bendición es la humildad y la alabanza. Reflexión David Te oró de buenas intenciones, pero le respondiste con la “No”. ¿Respondería yo tan amenamente si Tú eligieras a otra persona para cumplir mi propia idea? Petición Padre, recuérdame que aceptar Tu “No” exige la misma fe que obedecer Tu “Sí”. Dame la gracia que necesito para siempre someter mi voluntad a Tuya. Agradecimiento ¡Gracias por la promesa de un gran Rey que reinará para siempre! Digo con el apóstol Juan, “¡Sí, ven, Señor Jesús!” (Ap 22:20 RVR60). En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: 2 Samuel 7:25–26. |