Querido Padre Celestial, Alabanza Te glorifico y exalto Tu Nombre—eres lo único constante en un cambiante mundo de tinieblas y confusión. Siempre puedo buscar Tu consejo, y Tu Palabra ilumina una senda clara para mis pies (Sal 119:105). Si me someto a Ti, dirigirás mis pasos. ¡Te alabo, Señor! Hoy en Tu Palabra Hoy me dijiste de la primera guerra civil de Israel. Comenzó cuando un levita y su concubina tomaron una decisión fatal de pasar la noche en la ciudad Benjaminita de Guibeá. Mientras que estaban descansando, los hombres de la ciudad rodearon la casa y demandaron tener sexo con el levita. Su huésped suplicó a los hombres que no lo hicieran, pero no lo escucharon. Finalmente, el levita tomó a su concubina y se la dio, y ellos pasaron la noche violando y abusando de ella. Al amanecer, la libraron—y ella regresó tropezando a la casa y cayó a la puerta. Cuando el levita salió de la casa, ella estaba muerta. Esta historia escandalosa y alarmante me muestra qué sucede cuando un pueblo Te rechaza como su rey (Jue 21:25)—descienden rápidamente a la perversión moral. Guibeá se había vuelto como Sodoma (v. Gn 19), y muchos años después, Oseas hablaría de “los días de Guibeá” para exponer la corrupción moral de su propio día (v. Os 9:9; 10:9). Cuán aleccionador es darse cuenta de que cuando me niego a someterme a Ti, tengo el mismo corazón terco y rebelde como los pervertidos sexuales de Guibeá. El levita llevó su concubina para su casa y utilizó su cuerpo desmembrado para llamar a la venganza. Los benjaminitas rehusaron entregar a los perpetradores y entonces comenzó una sangrienta guerra civil. Las otras tribus sufrieron grandes pérdidas en la guerra, revelando que ellos mismos no eran sin pecado. Cuando la guerra terminó, más de 60.000 israelitas habían muerto y la tribu de Benjamín casi estaba extinta. Al descubrir que Jabes Galaad no se había unido en la coalición contra Benjamín, las otras tribus mataron a todos en la ciudad, salvo las vírgenes. Luego esas vírgenes fueron dadas a los benjaminitas. No hubo mujeres para todos, entonces permitieron que los benjaminitas robaran mujeres de las otras tribus. ¡Qué final tan torcido para esa tragedia! Reflexión El pueblo justamente condenó la maldad de los hombres de Guibeá, pero no porque Te amaban y respetaban Tu ley—sino que tomaron medidas contra los benjaminitas porque ellos creían que eso era lo correcto. Cuando hago lo que me parece bien ante mis propios ojos, me meto en un buen lío de virtud y vicio que Te avergüenza y resulta en desastre. Petición Padre, sálvame de mi tendencia de tomar medidas según mis propias ideas del bien y del mal. Ayúdame a someterme a la instrucción de Tu Palabra—“Tu Palabra es verdad” (Jn 17:17). Agradecimiento Gracias por amarme tanto que me has mostrado el vientre putrefacto de una sociedad pecaminosa. Me sirve como advertencia para no apoyarme en mi propio entendimiento (Pr 3:5). En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Jueces 20:35. |