Querido Padre Celestial, Alabanza Eres mi dueño y mi maestro, y me humillo hoy ante Ti. Lo que dijiste de los levitas (“Los he tomado para Mí”) también me incluye a mí. Me has santificado y me has puesto aparte para Ti. ¡Qué privilegio y que honor tengo en ser dedicado al todopoderoso y majestuoso Dios! Como escribiera el himnólogo: “Que Dios amase un pecador cual yo, ¡oh, cuán maravilloso amor!” ¡Te alabo hoy por Tu amor redentor! Hoy en Tu Palabra Hoy me dijiste sobre la consagración de los levitas al servicio del Tabernáculo. Durante la Pascua en Egipto, cuando mataste a todo primogénito egipcio, santificaste (pusiste aparte) para Ti todo primogénito en Israel (v. Ex 13:2). En vez de exigir el sacrificio de los primogénitos, mandaste que los israelitas presentaran a los levitas en su lugar. Los levitas, en turno, ofrecieron un novillo y una cabra para redimirse, y llegaron a ser “sacrificios vivos” ante Ti (Nm 8:12–14). Es una ilustración bella de lo que expresó Pablo en Romanos 12:1, “Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable (agradable) a Dios, que es el culto racional de ustedes”. Así como Moisés y Aarón dedicaron los levitas al servicio del Tabernáculo, yo debo dedicarme a Tu servicio. Me has librado de ser esclavo del pecado, y Te pertenezco exclusivamente a Ti. Esto significa que todo lo que hago es hecho en Tu Nombre, y por lo tanto, es sagrado. Reflexión La ceremonia de la consagración de los levitas cambió sus vidas para siempre; lo que habían hecho antes fue dejado atrás y empezaron una nueva vida en Tu servicio. ¿He dejado atrás mi vida anterior? ¿Me esfuerzo para hacer Tu voluntad en todo? Petición Padre, ayúdame a no olvidar que eres mi dueño. Recuérdame que no me pertenezco a mí mismo, sino que he sido “comprado por un precio; por tanto, tengo que glorificar a Dios en mi cuerpo” (1 Co 6:19–20). Agradecimiento ¡Gracias por el gozo de ser Tu posesión! No soy digno de ser Tu esclavo, sin embargo me has tomado como hijo. ¡Tu gracia siempre me extiende los brazos abiertos! ¡Aleluya! En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Números 8:14 |