Querido Padre Celestial, Alabanza Los sacrificios levíticos revelan la corrupción e impureza que trae el pecado, pero también muestra cuánto quieres restaurarme a una comunión íntima contigo. Te alabo hoy por la provisión generosa que diste para que pudiera escapar de ser esclavo del pecado. Por Cristo, he sido santificado mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo ofrecida una vez para siempre (He 10:10). ¡Aleluya! Hoy en Tu Palabra Hoy me dijiste sobre los dos últimos sacrificios levíticos: la ofrenda por el pecado (purificación) y la ofrenda de la culpa (reparación). La ofrenda de purificación fue ofrecida por el pecado inadvertido. Tal pecado traía culpa sobre la persona, y en el caso del sumo sacerdote o de la congregación, también traía culpa sobre la nación completa. La sangre de la ofrenda era rociada para quitar la iniquidad y expiar el pecado. En casos en que la entera congregación era culpable, el Tabernáculo mismo tenía que ser purificado. Esto me enseña que el pecado no solo contamina al pecador, sino también contamina su morada. Me muestra que aun el pecado inadvertido trae consecuencias; trae culpa y exige la expiación. Actualmente, Jesús es mi ofrenda de purificación; Su sangre está actualmente limpiándome y purificándome de todo pecado. Cuando me doy cuenta de haber pecado, confieso y rechazo ese pecado. En ese momento, Jesús es fiel y justo para perdonarme los pecados y limpiarme de toda iniquidad (1 Jn 1:7, 9). La ofrenda de reparación fue ofrecida por el pecado que causó daño a otra persona; su fin era proveer una restauración de la propiedad más una ‘compensación’ de 20% a la persona ofendida. El pecado podría ser inadvertido (Lv 5:15) o deliberado (Lv 6:1–4). En el caso del pecado deliberado, el perdón se concedía solo a la persona que admitiera su culpabilidad, se arrepintiera de su pecado y pidiera perdón y restauración. Esto me enseña que para entrar de nuevo en comunión contigo, debo tener no solo la purificación/expiación, sino también arrepentimiento sincero y restitución del agravio. Actualmente, aunque Jesucristo es mi ofrenda de reparación, todavía tengo la responsabilidad de confesar mi pecado y hacer completa restitución a los ofendidos por mi pecado. Reflexión La grasa (la mejor porción del animal) y la sangre (su vida) pertenecían solo a Ti. Esto me enseña que toda vida Te pertenece a Ti, y que mereces solo el mejor de lo que puedo ofrecer. Petición Padre, dame el valor para hacer completa restitución por mi pecado. Si he tomado algo que no me pertenecía, ayúdame a humillarme ante esa persona y corregir la situación. Agradecimiento ¡Gracias por los sacrificios levíticos! Me ayudan a entender y apreciar el significado espiritual de lo que Cristo hizo por mí en la cruz. ¡Hoy dedico mi vida a Ti! En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Levítico 4:31 |