Querido Padre Celestial,

Alabanza

Los egipcios creían que su panteón de casi 80 dioses tenía control sobre el sol, la luna, las estrellas, el tiempo, y aun sobre la muerte misma. Cuán feliz estoy porque sé que Tú eres el único y verdadero Dios, y que todo fue creado por y para Tu Hijo, Jesucristo (Col 1:16). Las fuerzas de la naturaleza te obedecen, y toda cosa es sometida a Tu voluntad. ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre las primeras siete plagas (“señales y prodigios”) que derramaste sobre Faraón y la tierra de Egipto. Esas plagas no fueron el resultado de ningún proceso natural; fueron acontecimientos verdaderamente milagrosos. Tu propósito en las plagas fue mostrar Tu gran poder sobre los dioses falsos de Egipto, y proclamar Tu nombre por toda la tierra (Ex 9:16). Por eso, las plagas se volvían en una herramienta para el evangelismo que podría llevar a personas a Ti (Ex 9:20–21). ¡Cuán maravilloso es considerar que incluso Tus juicios son “una misericordia severa”; llama a los pecadores al arrepentimiento! Con el inicio de la cuarta plaga, la tierra de Gosén donde vivían los israelitas fue puesta aparte por Ti de los efectos de las plagas; “a fin de que sepas que Yo, el Señor, estoy en medio de la tierra” (Ex 8:22). Esta separación mostró que podrías proteger Tu posesión, y nadie podría decir que las plagas fueran algún fenómeno natural. Faraón se negó a someterse a Tu autoridad y endureció su corazón vez tras vez (Ex 9:12; 10:1, 20; 11:10). No le impedías arrepentirse; sino que Tú le diste fuerzas para seguir en su rebelión sin importar el costo (Ex 10:7). seguir en su rebelión sin importar el costo (Ex 10:7). El destino de ambos Israel y Egipto fue determinado no por lo que querían Moisés o Faraón, sino por lo que Tú querías. Muchos años después, Pablo usó esto como evidencia de que la salvación no depende de esfuerzos humanos, “sino de Dios que tiene misericordia” (Ro 9:16–18).

Reflexión

Muchas personas dicen: “Si yo pudiera ver un milagro, entonces creería en Dios”, pero Faraón me muestra que el problema no es alguna falta de evidencia. El asunto real es la pecaminosidad de los corazones. No quieren creer.

Petición

Padre, ayúdame a someterme a Tu voluntad, no importa cuánto desee seguir mi propio camino. Dame la gracia para tener “un corazón contrito y humillado” ante ti (Sal 51:17).

Agradecimiento

¡Gracias por Tu gran amor! Tu Hijo precioso ofreció su vida para salvar a los pecadores obstinados y rebeldes como Faraón. ¡Te alabo, Señor!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Éxodo 9:14–16.