Querido Padre Celestial, Alabanza Te alabo hoy por tu compasión; sabías que Lea no era amada, y le diste niños. Ella no solo tenía el privilegio de ser madre de las tribus de los sacerdotes (Leví) y los reyes (Judá) de Israel, pero también fue últimamente la “madre” de Jesucristo, en quien se cumplen ambos papeles (He 7:11–22). Hoy te adoro; haces habitar en casa a la mujer estéril, haciéndola gozosa de ser madre de hijos (Sal 113:9; 1 S 2:5). Hoy en Tu Palabra Hoy me dijiste cómo Jacob, que engañó a su padre, fue engañado por su tío Labán. ¡Cuán verdadero es que cosechamos lo que sembramos (Gá 6:7–8)! La decepción de Labán comenzó una guerra amarga entre sus hijas, Lea y Raquel. Jacob amó a Raquel, y sabiendo que Lea no era amada, abriste su vientre mientras que Raquel no tenían hijos. En vez de volver a ti como su tía Rebeca (Gn 25:21), Raquel se cargó del problema e instó que Jacob le diera hijos por medio de su sierva Bilha (v. Gn 16:1–2). Muy pronto, Lea hizo la misma cosa con su sierva, y los hijos de Jacob fueron criados en medio de esa lucha de resentimiento entre las mujeres. Mientras tanto, Labán se dio cuenta de que tú estabas bendiciendo a Jacob, y por eso Labán mismo estaba prosperando. Convenció a Jacob para que se quedara con él, y entonces trató de estafarlo. A pesar de eso, prosperaste a Jacob y llegó a ser muy rico (Gn 30:43). Reflexión La vida de Jacob con Labán es ejemplo fascinante de cómo usaste a una persona engañadora para disciplinar y cambiar a otra persona en la misma condición. ¿Me doy cuenta y aprecio que pones irritaciones en mi vida para purificar mi carácter y las valoro? Petición Padre, ayúdame a entender cómo estás usando mis circunstancias actuales para conformarme a la imagen de tu Hijo, Jesucristo (Ro 8:29). Dame la gracia que necesito para ver mis fallas y defectos y para rendirme a la obra purificadora del Espíritu en mi vida. Agradecimiento Gracias por ser un Dios que se compadece con mis dolores y que siente la pena de mi corazón. Me consuelo en la verdad que lloraste con las hermanas de Lázaro, a pesar de que ya sabías que ibas a levantarlo de la muerte (Juan 11:33–35). En el nombre de Jesucristo, Amén. Versículo de Meditación: Génesis 30:27. |