Querido Padre Celestial,

Alabanza

Pedro le dijo al concilio judío: “El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo en un madero. A este, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hch 5:30-31). Hoy, Te alabo como aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos y lo declaró sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec (Sal 110:4). Tú me reconciliaste contigo a través de Jesús sin darme el castigo que yo merecía y me confiaste el mensaje de la reconciliación (2 Co 5:18–19).

Hoy en Tu Palabra

Hoy, me hablaste sobre el ejemplo de Ananías y Safira, a los cuales les quitaste la vida por mentir al Espíritu Santo. Esta historia contiene muchas lecciones importantes: 1) La unidad es el resultado natural de la fe genuina. Lucas dijo: “Los que creyeron eran de un solo corazón y de una sola alma” (Hch 4:32a). Esto es exactamente lo que Jesús estaba diciendo cuando Te pidió que Sus discípulos sean “uno, así como nosotros” (Jn 17:11). Si no hay unidad en mi familia o en mi iglesia, hay una falta de fe o una falta de amor (o ambas). 2) La generosidad fluye de un corazón lleno de amor y gratitud. Lucas dijo: “…y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común” (Hch 4:32b). Esto no era una crítica sobre propiedad privada; más bien, era un testimonio del amor que el pueblo tenía el uno por el otro. Si estoy agradecido por todo lo que has hecho por mí y si verdaderamente amo a los demás, entonces usaré lo que tengo para bendecir y para servir a mi prójimo. (3) El pecado es un asunto mortalmente serio. Pedro le preguntó a Ananías: “¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?” (Hch 5:3). Cuando peco, me estoy rebelando contra Tu precioso Espíritu Santo, y aunque amablemente me perdonas, me muestras paciencia para que yo me arrepienta, no para que yo siga pecando. En lugar de preguntar: “¿Por qué un castigo tan fuerte sobre Ananías y Safira?”, yo debería decir con alabanza y gratitud: “¡Gracias por Tu gran misericordia para conmigo!” (4) El temor es una parte esencial de la adoración. Las muertes de Ananías y Safira causaron gran temor entre los creyentes (Hch 5:5, 11, 13). Sin embargo, en lugar de dañar a la iglesia, este temor fue de gran ayuda: “Y los creían en el Señor aumentaban más” (Hch 5:14). A menudo, pensamos que si enfrentamos al pecado, la gente se alejará de Ti. Pero ese pensamiento es erróneo, porque si esto se hace de la manera correcta (1 Ti 5: 19–20), lo contrario es cierto: las personas son atraídas por algo que es real. Cuanto más es magnificada Tu santidad, tanto más las personas se dan cuenta de la necesidad de ser santos. Tal como escribió Juan Newton en un himno, “Tu gracia me enseñó a temer”. Así como aprendo a temerte más, también aprendo a amarte más, porque llego a entender más claramente las riquezas de Tu gracia para mí en Jesucristo.

Reflexión

Lucas dijo que los apóstoles se regocijaban en ser considerados dignos de sufrir deshonra por el nombre de Cristo (Hch 5:41). ¿Es esta mi actitud? ¿Estoy agradecido por el privilegio de ser perseguido por el mundo, o realmente amo más la aprobación de los hombres?

Petición

Padre, Te pido junto con el salmista: “¡Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón! ¡Pruébame y conoce mis pensamientos! ¡Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno! (Sal 139:23–24). ¡Oh Dios, Te pido que pongas un temor de Ti en mi corazón, un temor que me libre del pecado!

Agradecimiento

¡Gracias por Tu misericordia y Tu gracia! Muchas veces he merecido morir por mi pecado, pero me has dado la oportunidad de vivir una vida dedicada y consagrada a Ti. ¡Te alabo, Señor!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Hechos 7:60.