Querido Padre Celestial,

Alabanza

Digo con la multitud que Te alabó: “¡Hosanna! Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel”. La gente Le dio a Jesús la bienvenida a Jerusalén como su rey nacional, pero Te doy la bienvenida a mi corazón como mi rey espiritual. Quiero que Tú reines en mi vida como mi Maestro y mi Señor. Que yo siempre sepa “lo que conduce a la paz” (Lc 19:42). ¡Te alabo, Señor!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre la entrada de Jesús en Jerusalén. Se le llama la “entrada triunfal” debido a la multitud que alababa a Jesús como su Mesías. Sin embargo, Jesús lloró cuando vio la ciudad, y Sus discípulos no entendían que Él había venido, no para expulsar a los romanos y establecer Su reino, sino para sufrir una muerte cruel en la cruz. Me conmovió al leer cómo Jesús se preocupó mucho por cumplir lo que Zacarías había profetizado sobre Él hacía casi 550 años (Zac 9:9). Él no entró en la ciudad montado en un caballo blanco con un ejército marchando detrás, y tampoco vino con alguna muestra de esplendor y de pompa. Al contrario, el Salvador santo llegó con humildad como Zacarías predijo, y vino para hacer la voluntad de Su Padre. No lloró por Sí mismo, sino por la ciudad que no reconoció el día de su salvación. Oh, Padre, dame el corazón de Jesús, ¡un corazón que esté totalmente consumido por un deseo de seguir Tu ejemplo y de obedecer Tus mandatos! Cuando, más tarde en el día, los gentiles pidieron ver a Jesús, Él les respondió: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado” (Jn 12:23). Él sabía que como un grano de trigo, debía morir para cumplir Su vida y Su misión. Es lo mismo para mí. Si quiero “dar mucho fruto” para el Reino, debo morir a mí mismo y a mi manera anterior de vivir. Ser discípulo de Jesús significa que debo rechazar los deseos de la carne y que debo entregarme en cada momento a los deseos del Espíritu. Si Jesús podía decir “Sí” a una muerte horrible en la cruz, ¿cómo puedo yo decir “No” cuando me llamas para seguir en Sus pasos? Jesús les dijo a Sus discípulos: “…crean en la Luz, para que sean hijos de la Luz” (Jn 12:36). Esto me enseña que quieres que yo sea discípulo de la luz. Mi vida debe ser una luz al mundo, y cuando yo brillo mucho por Ti, los demás verán la verdadera Luz por medio de mí.

Reflexión

La multitud Le dio una entusiasta bienvenida a Jesús cuando entró en Jerusalén, pero ellos esperaban un Libertador nacional en lugar de salvación espiritual. Con frecuencia, queremos que cambies nuestras circunstancias mientras que lo que realmente quieres cambiar son nuestros corazones.

Petición

Padre, ayúdame a escuchar Tus palabras y guardarlas. Ayúdame a dar la bienvenida a Tu verdad y vivir en ella. Ayúdame a amar más la gloria que viene de Ti que la gloria que viene de los hombres. Que yo siempre ande en la luz, y que siempre tenga comunión contigo y con Tus hijos (1 Jn 1:7).

Agradecimiento

Gracias por derramar Tu gracia en mi corazón. Te agradezco por poder ver y entender y porque puedo venir a Ti para que me sanes en contraste con los judíos que vivían en los días de Jesucristo, pero que habían endurecido sus corazones (v. Is 6:10). Toda la alabanza y todo el agradecimiento sean para Ti, ¡el Dios que envía la luz a un mundo en tinieblas!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Juan 12:36.