Querido Padre Celestial,

Alabanza

En la parábola del hijo perdido, Jesús dijo que “…cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó” (Lc 15:20). Te alabo hoy porque me amaste primero. Siendo aún pecador, enviaste a Tu Unigénito como el sacrificio por mi pecado, y cuando vine a Ti en arrepentimiento, corriste para darme la bienvenida a Tu familia. ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre el ministerio de Jesús en Perea, la región de Israel al este del Río Jordán. Al pasar por las aldeas y por los pueblos, mientras viajaba hacia Jerusalén les enseñaba, alguien Le preguntó: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?” (Lc 13:23) La respuesta de Jesús me enseña que: 1) debo estar activamente esforzándome para entrar en el Reino. La fe que salva es la actitud de una vida, no la acción de un solo momento. La vida eterna en Cristo es posesión hoy de los que tienen una fe actualmente viva; 2) los muchos que “tratarán de entrar y no podrán” son los que eran testigos del ministerio terrenal de Jesús, pero no Le creían (Lc 13:26). También se refiere a los judíos a lo largo de la historia que confiaron en su ascendencia y en guardar la ley como el medio de tener una relación correcta contigo. De verdad, los judíos eran “primeros” en el sentido de que Tú los habías escogido entre todas las naciones para ser Tu pueblo especial. Pero se encontrarían ser “últimos” y los gentiles primeros si no se arrepentían y si no ponían su fe en Tu Hijo. Poco después, un fariseo invitó a Jesús para que comiera en su hogar en el día de reposo. Mientras estaba allí, Jesús enseñó a los fariseos y a los escribas varias lecciones. Primera, Jesús les mostró que la sanación cumplió Tu mandato de amar al prójimo. No profanó el día de reposo, porque los hechos de misericordia eran aún más apropiados en los días santificados para Ti (Lc 14:5). Segunda, Él les reprendió por su deseo de ser exaltados por los demás y les instó a que se humillaran. También, animó al anfitrión para que invitara a los que no podrían devolverle el favor, porque en esos momentos, el favor sería devuelto por Ti. Al final, Jesús les dijo una parábola que les mostró cómo los judíos (los invitados) no podrían entrar en el Reino si menospreciaban al Uno que les invitó. Los gentiles surgirían para tomar sus lugares si rechazaban Su amable invitación. Después, cuando se quejaban de que Jesús comió con los pecadores, Él les dijo las parábolas de la oveja perdida, de la moneda perdida y del hijo perdido. Estas historias nos revelan Tu corazón, porque muestran Tu amor por los perdidos. Tu obsesión magnífica es rescatar a los que perecen e incluirlos en Tu rebaño. Quiero ser parte de este amor, porque al trabajar para salvar a los perdidos, me deleito de lo que a Ti, Te importa más que nada.

Reflexión

El discurso de Jesús a la muchedumbre que Lo seguía es muy conmovedor y un reto para mí. Habló primero del compromiso de ser discípulo. Si la multitud no Lo amaba más que a todo lo demás, incluso a sus propias familias, no podrían ser Sus discípulos. ¿Estoy dispuesto a amarte más que a todo? Entonces habló de la cruz que viene a la vida de los discípulos. La cruz fue instrumento de humillación y muerte, y si la multitud quería seguirlo, ellos debían morir a sí mismos (negar sus derechos para tener control de sus vidas). ¿Estoy dispuesto a morir a mí mismo y someterme a Tu voluntad? Finalmente, habló del costo de ser Su discípulo. Si ellos no consideraban seriamente lo que significaba seguirlo a Él, después de un tiempo, se encontrarían poco dispuestos o incapaces de ser Sus discípulos. ¿He visto las consecuencias de seguirlo a Él y he hecho cualquier sacrificio necesario para ser Su discípulo?

Petición

Padre, dame amor para los perdidos y el deseo para trabajar en Tu cosecha. Yo sé que el mundo va hacia una eternidad en un infierno preparado para el diablo, y quiero ganar las almas para Ti. ¡Aquí estoy, Señor, úsame!

Agradecimiento

Gracias por venir a mí cuando estaba perdido en las tinieblas del pecado. ¡Cuánto Te agradezco por la oportunidad de servir a un Dios que se regocija cada vez que un pecador se arrepiente!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Lucas 15:20.