Querido Padre Celestial,

Alabanza

Jesús dijo: “Yo soy la Luz del mundo; el que Me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la Luz de la vida” (Jn 8:12). ¡Te alabo como el Dios que envió la Luz a las tinieblas de mi corazón pecaminoso! En Jesucristo, tengo la vida, y por medio de Él, he sido adoptado en Tu familia. ¡Qué maravilloso es ser el hijo del Rey! ¡Te alabo, Señor!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre la visita de Jesús a Jerusalén. Fue su tercera visita después del comienzo de Su ministerio, y pasó más de dos meses en Judea, desde la Fiesta de los Tabernáculos hasta la Fiesta de la Dedicación. Mientras estaba en la ciudad, fue al templo y enseñó al pueblo. La multitud estaba discutiendo sobre Él, algunos diciendo que era un buen hombre y otros que estaba engañando al pueblo. Al fin, Jesús dijo: “Si alguno está dispuesto a hacer la voluntad de Dios, sabrá si Mi enseñanza es de Dios o si hablo de Mí mismo” (Jn 7:17). Esto me enseña que la sumisión a Tu voluntad es la base de cómo entender la verdad. Si estoy comprometido a obedecer Tu Palabra, Tu Espíritu me guiará hacia la verdad (Jn 16:13). Cada día durante la Fiesta de los Tabernáculos, los sacerdotes llevaron agua del estanque de Siloé y la vertieron a la base del altar. El séptimo (y el último) día de la fiesta fue marcado por un rito especial de verter agua y una ceremonia de encender antorchas. Con este simbolismo con Su telón de fondo, Jesús se puso de pie y grito: “Si alguien tiene sed, que venga a Mí y beba… ¡Yo soy la Luz del mundo!” (Jn 7:37; 8:12). Esto me recuerda que “la Ley sólo tiene la sombra de los bienes futuros”, mientras que Jesús es “la forma misma de las cosas” (He 10:1). En Él, la Ley se cumple completamente. Las afirmaciones de Jesús redoblaron la resistencia contra Él, pero a pesar de ella, mientras enseñaba, “muchos creyeron en Él” (Jn 8:30). Jesús proclamó a los que Le creían: “Si ustedes permanecen en Mi palabra, verdaderamente son Mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Jn 8:31–32). Esto me muestra que permanecer en Cristo quiere decir que obedeceré cualquier cosa que me mande (Jn 15:10). Un verdadero discípulo de Jesús acepta Sus enseñanzas y fielmente lleva a cabo Sus órdenes. Los incrédulos también Lo escuchaban, y saltaron sobre la idea de que eran esclavos: “¿Cómo dices Tú: ‘Serán libres’?” (Jn 8:33). Los judíos estaban convencidos de que solo por ser judíos étnicos (“Abraham es nuestro padre”), tenían paz con Dios. Pero Jesús les respondió: “Si son hijos de Abraham, hagan las obras de Abraham” (Jn 8:39). Esto me enseña que “los que son de fe, éstos son hijos de Abraham”, y “los hijos de la promesa son considerados como descendientes” (Gá 3:7; Ro 9:8). La fe en Cristo es lo que me da paz contigo. Si me niego a creer, muestro que en verdad soy hijo “del diablo” (Jn 8:44).

Reflexión

Jesús dijo: “…todo el que comete pecado es esclavo del pecado” (Jn 8:34), y Pablo dijo: “…son esclavos de aquél a quien obedecen” (Ro 6:16). ¿Me estoy presentando como esclavo de la carne o estoy siguiendo la dirección del Espíritu?

Petición

Padre, ayúdame a imitar el ejemplo dado por mi padre espiritual, Abraham. Él creyó en Tu promesa, aunque parecía imposible, y Tú se lo reconociste por justicia (Gn 15:5–6).

Agradecimiento

Gracias por el don de Tu Espíritu, el Uno que produce en mí lo que hace muchos años fue profetizado: “de lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva” (Jn 7:38; Is 12:3; 55:1). ¡Gloria a Dios!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Juan 8:58.