Querido Padre Celestial,

Alabanza

En la parábola de la oveja perdida que el pastor halla y la lleva otra vez al redil, Jesús dijo: “Así, no es la voluntad del Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeñitos” (Mt 18:14). Valoras a los que creen en Cristo, y cuidas de ellos por amor. Te alabo por ser el Dios que busca a las ovejas descarriadas y que se goza al hallarlas y traerlas otra vez al redil. ¡Te alabo, Señor!

Hoy en Tu Palabra

Me perturba leer cómo los discípulos discutían sobre quién era el mayor justo después de que Jesús les había dicho de su Pasión venidera. Jesús estaba meditando en Su sufrimiento y en Su muerte mientras que los discípulos estaban hablando de fama y de posición. Jesús hablaba de poner Su vida por ellos; los discípulos hablaban de alcanzar más poder en el futuro. Como una lección objetiva, Jesús llamó a un niño y lo sentó en medio de ellos. “En verdad les digo que si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos” (Mt 18:3). Jesús no estaba llamándoles a ser como niños en su pensar, sino a ser humildes de mente, porque a los niños no les preocupan las discusiones sobre grandeza personal, y no tienen sueños altivos de obtener poder. Esto me enseña que la grandeza se define en términos de la humildad. El ejemplo de cómo ser un discípulo verdadero es la humildad simple de un niño. De la misma manera en que a un niño le faltan el orgullo y la preocupación por estatus, debo dejar a un lado los pensamientos egocéntricos y trabajar para servir a los demás. La reprimenda de Jesús le recordó a Juan de un momento reciente en que los discípulos encontraron a un hombre que expulsaba demonios en el nombre de Jesús. Juan tenía algunas preguntas sobre lo que sucedió porque se preguntaba si habían hecho lo correcto al impedirlo. Jesús le respondió, diciéndole que el reino no era limitado al grupo pequeño que Lo seguía y vivía con Él, sino que todos los que creían en Él y que actuaban en Su autoridad estaban “por nosotros” (Mr 9:40). Además, los discípulos no debían hacer “pecar a uno de estos pequeñitos que creen en Mí” (Mr 9:42). ¡Estuvieran mejor muertos que hacer eso! Esto me enseña que si tengo una actitud sectaria y si impido a otro creyente que no sea parte de mi grupo, haré daño al reino de Dios y correré el riesgo de recibir Tu castigo. Después de advertirles de no hacer pecar a otros, Jesús siguió con una advertencia en contra de hacer pecar uno mismo. ‘Te sería mejor’, Jesús dijo, ‘cortar la mano que permitir que sea la razón por la cual vayas al infierno”. Jesús no estaba impulsando a sus discípulos a que se mutilaran, sino que estaba animándoles a tratar con su pecado despiadadamente. Debo escuchar esta advertencia, porque si dejo que el pecado entre en mi vida, puede hacer que me aparte de Ti, Señor, y que esté perdido para siempre (He 3:12–14).

Reflexión

Cuando Jesús decidió cómo ilustrar el perdón, les dijo a sus discípulos la historia de alguien que se le había perdonado una gran deuda. Él quería que ellos entendieran que debían perdonar a otros porque Tú ya les habías perdonado a ellos. Cuando me niego a perdonar a otro, estoy menospreciando Tu perdón y desdeñando Tu amor. ¿Hay alguien que necesito perdonar?

Petición

Padre, dame un sentido profundo de cuánto me has perdonado. Pon un amor en mi corazón por los que me hayan maltratado, y dame la gracia que necesito para estar, con buena disposición, dispuesto a ofrecerles mi perdón.

Agradecimiento

Gracias por perdonarme más que “setenta veces siete” (Mt 18:22). Tu amor y Tu bondad no tienen límite, ¡y Te adoro por el don maravilloso de Tu Hijo! ¡Aleluya!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Lucas 9:62.