Querido Padre Celestial,

Alabanza

Mateo dijo: “… la muchedumbre se maravilló al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban restaurados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel” (Mt 15:31). Te alabo hoy por ser el Dios a quien Le encanta restaurar todo lo que ha sido roto por el pecado, y Te agradezco por llamarme de las tinieblas a la luz admirable de Tu salvación. ¡Te alabo, Señor!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre la conversación que Jesús tuvo con los fariseos, la fe de una madre gentil, y el ministerio de Jesús en Decápolis. Me fascinó cómo Jesús reprochó a los fariseos: “Astutamente ustedes violan el mandamiento de Dios para guardar su tradición” (Mr 7:9). Las tradiciones de los ancianos fueron establecidas originalmente para ser vallas en el camino de justicia. Con el paso del tiempo, los ancianos enfatizaban más en sus tradiciones que en Tus mandatos, y después de poco, tenían prioridad sobre Tu Palabra. En ese momento, en lugar de hacer que el pueblo quedara en el camino correcto, las tradiciones invalidaron la Escritura y provocaron al pueblo para que se desviara de Tu voluntad. Esto me enseña que los humanos tenemos la tendencia de respetar nuestras propias reglas en lugar de honrar Tu Palabra. Si no tengo cuidado, puedo caer en esta trampa, y se realizará lo que profetizó Isaías: “Este pueblo con los labios Me honra, pero su corazón está muy lejos de Mí. Mas en vano Me rinden culto, enseñando como doctrinas preceptos de hombres” (Mr 7:6–7). Me encanta la historia de la madre gentil porque contrasta fuertemente con los judíos que se negaban a creen en Jesús. En esta historia hay una “cananea”, alguien que según los judíos era inmunda, ¡pero ella llamó a Jesús “Hijo de David” mostrando que creía que Él era el Mesías (Mt 15:22)! Creo que Jesús reconoció su fe inmediatamente, y la usó para enseñarles a Sus discípulos una lección. Él había pasado algunos meses ministrando a los judíos, enseñando y predicando en sus sinagogas, sanando a sus enfermos, y ellos Lo habían rechazado en su incredulidad. Aquí, en la región de los gentiles, pasó por alto la petición de la mujer por ayuda, la llamó un “perrillo”, se negó a darle “el pan de los niños” (Mr 7:27), y ella, en lugar de irse enojada e incrédula, persistió en su fe. Ella estaba de acuerdo con la verdad de que los judíos tenían la prioridad, pero añadió que los gentiles podían beneficiarse de sus bendiciones (Mt 15:27). ¡Qué pensamiento tan lúcido y qué fe tan inspiradora que mostró esta inmunda mujer gentil! Jesús debe haber sonreído cuando dijo: “Oh mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas”. ¡Tal es la fe que Te agrada! (He 11:6).

Reflexión

Cuando Jesús quiso alimentar a la multitud la segunda vez, los discípulos no tenían ninguna idea de cómo se podría hacer (Mr 8:3–4). ¿Tengo este mismo tipo de incredulidad? ¿Me entra el pánico cada vez que me enfrento a una crisis en que solo Tú me puedes ayudar?

Petición

Padre, quita la escoria de incredulidad de mi corazón y dame una confianza tranquila en Tu poder para guiarme y protegerme. Ayúdame a decir: “Padre, contigo todo es posible. Aquí estoy, úsame.”

Agradecimiento

Gracias por recordarme que la condición de mi corazón es más importante que la limpieza de las manos (Mt 15:18). Que yo siempre sea diligente al mantenerme lejos de la mancha corrupta del pecado.

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Marcos 7:37.