Querido Padre Celestial,

Alabanza

Jesús dijo a la multitud: “Antes bien, amen a sus enemigos, y hagan bien, y presten no esperando nada a cambio, y su recompensa será grande, y serán hijos del Altísimo; porque Él es bondadoso para con los ingratos y perversos. Sean ustedes misericordiosos, así como su Padre es misericordioso” (Lc 6:35–36). Te alabo por haber sido amable conmigo, un pecador que merecía Tu ira. ¡Qué maravilloso es servir a un Dios que es misericordioso aun hacia Sus enemigos! ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste la primera parte del Sermón del Monte. Jesús comenzó por enumerar las bendiciones y los ayes que mostraban al pueblo quiénes serían parte del reino de Dios. No incluiría a los ricos, a los saciados, a los populares, ni a los que reían. Al contrario, la lista incluía a los pobres en espíritu, a los que tenían hambre de justicia, a los que lloraban por su pecado, y a los perseguidos por su fe. ¡Qué gran sorpresa para los que escuchaban Su mensaje! En esos tiempos, las riquezas y la felicidad se consideraban una señal de Tu bendición, y por tanto, una característica de los justos. Puedo imaginar cómo se sorprendió el pueblo cuando Jesús “bendijo” (aprobó) a aquellos cuyas vidas eran todo lo contrario de su idea de cómo era la santidad. Desde el comienzo de Su sermón, Jesús quería que el pueblo entendiera que lo que Le importaba era la condición de sus corazones. Un corazón puro, no la apariencia exterior, es la marca de un ciudadano verdadero del reino. Entonces Jesús animó al pueblo para que fueran sal y luz en este mundo. Debían comportarse de tal manera que su fe pudiera ser observada por todos. En lugar de buscar su propia gloria, debían hacer “buenas acciones” que glorificarían “a su Padre que está en los cielos” (Mt 5:16). En ese momento, Jesús ciertamente supo la pregunta no expresada que se hacía el pueblo: ‘¿No es obvio que los que guardan la ley son aprobados por Dios y que su entrada en el reino es segura?’ Él respondió a esta pregunta, porque quería que entendieran que no había venido para poner fin a la ley sino para cumplirla, y abrió su respuesta con una declaración asombrosa: “Porque les digo a ustedes que si su justicia no supera la de los escribas y Fariseos, no entrarán en el reino de los cielos” (Mt 5:20). Casi puedo oír el grito ahogado del pueblo, porque los fariseos guardaban la ley con un celo ferviente. ¿Cómo podrían superar tal devoción? Jesús les explicó que los fariseos ciertamente guardaban la ley (y también añadieron a ella sus propias leyes) pero sus corazones estaban muy lejos de Ti. No mataban a nadie, pero odiaban a su hermano; no cometían adulterio, pero codiciaban a la mujer de su prójimo; no se divorciaban ilegalmente, pero habían obrado deslealmente contra la mujer de su juventud; no juraban falsamente, pero escogían sus palabras con cuidado para poder evitar guardar sus promesas; no permitían que los crímenes quedaran impunes, pero pagaban mal por mal; no odiaban a su prójimo, pero aborrecían a sus enemigos. En cada caso, Jesús reveló cómo los escribas y los fariseos no habían entendido la mayor parte de la ley. La ley tenía el propósito de enseñarles cómo amar a Dios y a los demás, pero ellos la habían torcido para adaptarla a sus propios deseos malvados. En lugar de imitar a su Padre celestial, seguían el ejemplo dejado por su padre diabólico.

Reflexión

Jesús pasó toda la noche en oración antes de escoger a los doce apóstoles. Esto me enseña que debo buscar Tu dirección con fervor antes de tomar decisiones, especialmente cualquier decisión que afectará mi ministerio y Tu reino.

Petición

Padre, ayúdame a tener hambre y sed de justicia y a bendecir a los que me maldicen y que me persiguen. ¡Dame la gracia que necesito para ser más como Tu Hijo, Jesucristo!

Agradecimiento

¡Gracias por mostrarme cómo entrar en Tu reino! ¡Estoy deseando pasar el resto de la eternidad sirviéndote a Ti! ¡Te alabo, Señor!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Mateo 5:48.