Querido Padre Celestial,

Alabanza

Juan el Bautista dijo: “Yo los bautizo con agua; pero viene Uno que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de Sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y fuego” (Lc 3:16). Te alabo hoy por la obra limpiadora y purificadora de Tu precioso Espíritu Santo. Él es la Persona que me limpia del pecado y me hace una nueva criatura en Cristo. ¡Te alabo, Señor!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre la niñez de Jesús y el comienzo del ministerio de Juan el Bautista en Judea. Me maravilla cómo de todas las historias que me pudieras decir de la niñez de Jesús, escogiste la ocasión cuando Él estuvo separado de sus padres por tres días. Por alguna razón desconocida, Jesús no estaba en la caravana cuando salió de regreso para Nazaret. Al contrario, se quedó atrás en Jerusalén. La pregunta que hizo María: “Hijo, ¿por qué nos has tratado de esta manera?” descarta la idea de que ellos simplemente Lo olvidaron, y el carácter mismo de Jesús descarta la idea de que se quedó atrás por alguna indiferencia hacia cómo se sentirían. La separación debe haber ocurrido por alguna circunstancia imprevista, y cuando Jesús se enteró de que habían salido sin Él, decidió esperarlos en un lugar seguro. El templo era la solución obvia, porque era la casa de Su Padre. Claro que Sus padres vendrían primero al templo al descubrir que Él no estaba en el grupo. Esto me enseña que: (1) desde Su niñez, Jesús reconoció que era Tu Hijo, (2) le encantaba aprender todo lo que podía de Ti, y (3) Jesús era sumiso y obediente a Sus padres. Aun como niño, Jesús me estaba dejando un ejemplo para que yo siguiera en Sus pasos. Me estaba enseñando cómo buscar mi identidad en una relación contigo, cómo aprender con entusiasmo todo lo que pueda de Ti, y cómo someterme a mis autoridades. ¡Así es cómo criarse igual que Jesús! Los años pasaron rápidamente, y finalmente, en la primavera del año 29, Juan el Bautista apareció en el desierto predicando un bautismo de arrepentimiento para recibir el perdón de los pecados. Juan era el mensajero descrito por Isaías: “Voz del que clama en el desierto: ‘Preparen el camino del Señor, hagan derechas Sus sendas’” (Lc 3:4). La conexión entre el arrepentimiento y las sendas derechas me muestra que el pecado estorba Tu trabajo en mi vida. Cuando me arrepiento del pecado, enderezo los caminos para que venga Tu gracia a mi corazón, y cuando invito a los demás que hagan lo mismo, estoy preparando el camino del Señor. Juan desafió a sus hermanos judíos: ‘Afirman ser el pueblo de Dios, ¡pero sus vidas no producen ningún fruto!’ Cuando ellos le preguntaron qué debían hacer, Juan les mandó que vistieran a los desnudos, que alimentaran a los pobres, que trataran con integridad a los demás, y que amaran a sus prójimos. Esto es exactamente lo que habías estado diciendo a Tu pueblo por cientos de años (v. Is 58:5–6), y me recuerda amarte con todo mi corazón y amar a mi prójimo como a mí mismo.

Reflexión

Juan mandó a los soldados romanos: “Conténtense con su salario” (Lc 3:14). El verbo “contentarse” significa “considerar como suficiente.” ¿Considero lo que me has dado y digo “Es suficiente”?

Petición

Padre, ayúdame a poder dar frutos dignos de arrepentimiento. Ayúdame a tener en mí la imagen de Cristo y a ser una luz brillante en un mundo de tinieblas y pecado.

Agradecimiento

Gracias por el mensaje de Juan el Bautista. Me recuerda que la santidad no solo tiene que ver con quién soy, sino que también tiene que ver con lo que hago.

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Mateo 3:12.