Querido Padre Celestial,

Alabanza

La multitud de los ejércitos celestiales dijo: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace” (Lc 2:14). Yo digo ‘¡Amén!’ y junto con los pastores, Te glorifico y Te alabo. Verdaderamente, para mí ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor. ¡Qué buenas nuevas de gran gozo! ¡Te alabo, Señor!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre el nacimiento de Jesús. María se quedó con Elisabet por tres meses después de la visita en que Gabriel anunció la concepción de Jesús, y cuando regresó a su hogar, no pasó mucho tiempo antes de que sus parientes y sus amigos se dieran cuenta de que ella estaba embarazada. José también se enteró de su embarazo, y se angustió. Él y María estaban comprometidos para casarse, y una promesa legal no se podía romper sin una carta de divorcio, y la infidelidad durante los desposorios era lo mismo que el adulterio (v. Dt 22:23–24). Si él se casaba con ella, se creería que su acción era una admisión tacita de culpa; si se divorciaban, ella llevaría la vergüenza y la deshonra en la comunidad. Al fin, José decidió divorciarse en privado, y mientras lo consideraba, Tú le revelaste lo que querías que él hiciera. Esto me enseña algunas lecciones importantes: (1) cuando no sé qué hacer, puedo saber que me guiarás y prevendrás que yo cometa un error, (2) cuando soy maltratado, debo buscar una solución tan justa como misericordiosa, (3) cuando estoy frustrado y preocupado de alguna decisión que debo tomar, puedo descansar en la verdad de que Tú estás trabajando entre bastidores para cumplir Tu voluntad. José se casó con María, y ella permaneció virgen hasta después del nacimiento de Jesús. No había lugar para ellos en el “mesón”[1], entonces el Rey de reyes fue acostado en un pesebre. La única fanfarria en ese momento tan tremendo fue un anuncio a algunos pastores cercanos. ¡Qué maravilloso es saber que el Hijo de Dios y el Señor de Gloria se humilló para nacer de una manera tan humilde! José le puso por nombre Jesús, un nombre común que proviene de “Josué” (es decir, literalmente “Yahvé salva”). En ningún otro momento fue puesto un nombre tan apropiado, ¡porque Cristo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido! (Lc19:10). Mateo y Lucas escribieron sobre el linaje de Jesús. La genealogía de Mateo mostró que en Jesús se reunían los requisitos para ser el Rey Mesiánico—fue judío, un descendiente de Abraham, y estuvo en la línea real de David (v. Is 9:6–7). La genealogía de Lucas mostró que en Jesús se reunían los requisitos para ser nuestro Pariente Redentor—fue un hombre, descendiente de Adán, pero también fue Hijo de Dios (Lc 3:22–23). En él, se reunían todos los requisitos para llevar a cabo Su misión de reconciliar al mundo contigo (2 Co 5:19). ¡Con razón Lo llaman el Salvador!

Reflexión

Al leer los nombres de los antepasados de Jesús, me di cuenta de que algunos de ellos fueron héroes de la fe, algunos fueron malvados, y algunos fueron gentiles (Rahab fue cananea y Rut moabita). Esto me muestra que Tú usas a personas ordinarias para llevar a cabo Tu voluntad. Si pusiste usarlos usar a ellos, ¡me puedes usar a mí!

Petición

Padre, dame la mente de Cristo—aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que Se despojó a sí mismo tomando forma de siervo y se humilló Él mismo (Fil 2:5–8).

Agradecimiento

“Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, a fin de que redimiera a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos la adopción de hijos” (Gá 4:4). ¡Aleluya!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Mateo 1:23.


[1] La palabra griega que aquí se traduce “mesón” es katalymati, la misma palabra que se traduce “habitación” o “aposento” en Lucas 22:11.