Querido Padre Celestial,

Alabanza

El salmista dijo: “¡Aleluya! Porque bueno es cantar alabanzas a nuestro Dios, porque agradable y apropiada es la alabanza. El Señor edifica a Jerusalén; congrega a los dispersos de Israel; sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas” (Sal 147:1–3). Qué maravilloso es servir a un Dios que “favorece a los que Le temen, a los que esperan en Su misericordia” (Sal 147:11). ¡Te alabo, Señor!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre la profecía final de Zacarías para el remanente. Su profecía habla de la gran batalla final de la Tribulación, ese periodo del tiempo en que Tu ira será derramada sobre los malvados. Al final de la Tribulación, las naciones de la tierra se reunirán para atacar Jerusalén. En ese día, Jesucristo descenderá a la tierra y luchará contra Sus enemigos. Los herirá con una plaga, y su carne, sus ojos y sus lenguas se pudrirán, y habrá entre ellos un gran pánico y se volverán contra sí mismos y se matarán. Entonces Cristo establecerá Su Reino milenario, y las naciones del mundo vendrán para adorarlo en Jerusalén. Israel será limpiado de todo pecado y de toda inmundicia, y la santidad llenará la ciudad y la tierra: “En aquel día estará grabado en los cascabeles de los caballos: “Santidad al Señor.” Y serán las ollas en la casa del Señor como los tazones delante del altar. Toda olla en Jerusalén y en Judá será consagrada al Señor de los ejércitos. Todos los que ofrezcan sacrificios vendrán y tomarán de ellas y en ellas cocerán. Y no habrá más mercader en la casa del Señor de los ejércitos en aquel día” (Zac 14:20–21). La profecía de Zacarías me asegura que la justicia triunfará sobre la maldad, y me anima a que viva en la luz de Tu Reino venidero. La santidad proviene de una relación de amor contigo, y puedo honrar la santidad que es característica del reinado de Cristo al ponerte en la primera posición en mi corazón y en mi hogar. El pueblo terminó el templo en 515 ac, cinco años después del comienzo del ministerio de Zacarías. Habían sido fieles en obedecer Tu instrucción, y bendijiste la ceremonia dedicatoria y la pascua (Esd 6:19–22). Esto me recuerda lo que dijo Pablo: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.” (Gá 6:9 RVR60) Qué maravilloso será el momento en que termine mi carrera, ¡y vea el rostro sonriente de Tu Hijo, Jesucristo! ¡Aleluya!

Reflexión

Viene un día cuando los padres ejecutarán a sus propios hijos si hablan en Tu Nombre falsamente (Zac 13:3). ¿Tengo esta actitud? ¿Trato despiadadamente con el pecado y resisto constantemente la tentación?

Petición

Padre, Te pido que derrames sobre mí Tu “Espíritu de gracia y de súplica”. Que mi corazón nunca sea terco cuando oiga Tu voz, y que yo siempre obedezca. ¡Ayúdame para andar de una manera digna del evangelio!

Agradecimiento

Gracias por el privilegio de estar unido espiritualmente con Tu Hijo, Jesucristo. ¡Quiero estar a Su lado cuando regrese a la tierra y establezca Su Reino de paz! (Ap 19:11–21).

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Zacarías 13:9.