Querido Padre Celestial,

Alabanza

Zacarías dijo: “¡Regocíjate sobremanera, hija de Sion! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén! Tu Rey viene a ti, justo y dotado de salvación, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de asna” (Zac 9:9). ¡Esta fue una proclamación anunciando la venida de Tu Hijo, Jesucristo! Hoy me regocijo y celebro la primera venida de mi Salvador y mi Rey. ¡Toda alabanza sea al Cordero de Dios! ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre la delegación de la aldea de Betel que llegó a Jerusalén para implorar Tu favor. Esto sucedió casi dos años despues de las visiones nocturnas de Zacarías. Mientras estaban en la ciudad, Sarezer y Regem Melec preguntaron a los sacerdotes y los profetas si todavía se debían observar los tiempos de ayuno en memoria de la destrucción de Jerusalén. Después de todo, el trabajo en el templo avanzaba, y les parecía que los ayunos ya no eran necesarios. Por medio de Zacarías, reprendiste la actitud que había detrás de la pregunta. Claro que habían ayunado durante su destierro, pero en lugar de arrepentirse y sentir remordimiento, pasaron su tiempo en autocompasión. No ayunaron por Dios, sino que lo hicieron para sí mismos. Cuando celebraron las fiestas, también comieron y bebieron para sí mismos. Eran rituales vacíos al no ser hechos con un corazón sincero. Zacarías animó al pueblo para que se arrepintiera y que hiciera justicia, porque su autoindulgencia también había sido característica de sus padres malvados y rebeldes. Tu posición fue clara con respecto al remanente judío: no sean como sus antepasados infieles y desobedientes que rompieron el pacto, ¡o ustedes sufrirán el mismo destino funesto! Después de reprender al pueblo, Zacarías les dio ánimo profetizando la futura restauración de Israel. Tú querías que el remanente supiera que habías “celado a Sion con gran celo” (Zac 8:2). Restaurarías la ciudad en su día, y lo harías aún más grande en el futuro lejano. Tal como habías traído desastre sobre Judá en el pasado, “sí me he propuesto en estos días volver a hacer bien a Jerusalén y a la casa de Judá. ¡No teman!” (Zac 8:14–15). Tus planes para hacerles bien tenían el fin de animarlos para vivir vidas santas: “díganse la verdad unos a otros, juzguen con verdad y con juicio de paz en sus puertas (tribunales), no tramen en su corazón el mal uno contra otro, ni amen el juramento falso” (Zac 8:16–17). Si hacían estas cosas, si amaban “la verdad y la paz”, harías que “el ayuno del décimo mes se convertirá… en gozo, alegría y fiestas alegres” (Zac 8:19). El mensaje de Zacarías me enseña que quieres que yo viva una vida de justicia y santidad en medio de una generación maligna y perversa. Si lo hago, ¡me guiarás y me bendecirás!

Reflexión

Tú dijiste al remanente: “Si en aquellos días esto parece muy difícil a los ojos del remanente de este pueblo, ¿será también muy difícil a Mis ojos?” (Zac 8:6). Cuando lucho por vivir la vida cristiana sin dudas ni preocupaciones, ¡necesito recordar que no hay nada demasiado difícil para Ti! (Gn 18:14).

Petición

Padre, ayúdame a resistir la autoindulgencia, honrándote a Ti como el Rey de mi vida. ¡Que mi adoración y mi servicio siempre provengan de un corazón lleno de amor sincero y de fe!

Agradecimiento

¡Gracias por la promesa de que Tu Hijo, Jesucristo, vendrá otra vez para hacer guerra contra las naciones y para establecer Su dominio en justicia y en paz (Zac 9:10)!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Zacarías 8:16.