Querido Padre Celestial,

Alabanza

Tú dijiste: “Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; andarán en Mis ordenanzas y guardarán Mis estatutos y los cumplirán. Habitarán en la tierra que di a Mi siervo Jacob… y Mi siervo David será su príncipe para siempre” (Ez 37:24–25). Qué maravilloso es saber que Tu Hijo, Jesucristo, es el futuro Rey de Israel. ¡Que Él reine hoy en mi corazón! ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste cómo las noticias de la destrucción de Jerusalén finalmente llegaron a Ezequiel y a los desterrados (seis meses después). Al responder, Ezequiel proclamó Tu Palabra sobre cinco grupos de personas. Primero, habló de los pocos judíos que todavía vivían en “esos lugares desolados” de Israel. Ellos, en lugar de arrepentirse y volver a Ti, decían: “Uno solo era Abraham, y poseyó la tierra; así que a nosotros que somos muchos se nos ha dado la tierra en posesión” (Ez 33:24). Les dijiste que los ibas a devorar a todos ellos, no Te importó dónde estaban. Esto me enseña que no puedo reclamar Tus promesas mientras estoy abiertamente desobedeciendo Tus órdenes. Segundo, habló sobre los desterrados que vivían con él en Babilonia. Ellos venían a él y escuchaban lo que decía, pero no tenían ninguna intención de obedecerte. Les dijiste que cuando todo lo profetizado sucedió, ellos sabrían que hubo un profeta en medio de ellos. Esto me enseña que debo respetar a aquellos que proclaman Tu Palabra, para que no me dé cuenta demasiado tarde que hice caso omiso a su mensaje y sea destruido. Tercero, habló acerca de los “pastores” de Tu pueblo, los gobernantes y líderes que habían descuidado el rebaño, aprovechando al máximo sus posiciones para satisfacer sus propios deseos. Les dijiste que Tú vendrías personalmente para velar por Tu pueblo—el Mesías los apacentaría y sería un príncipe en medio de ellos. Esto me enseña que tendré que rendir cuentas de cómo dirijo a los que están bajo mi autoridad. Cuarto, habló de Edom, la nación vecina de Israel. Que en lugar de lamentar lo que había sucedido a su nación-hermana, se rieron y se burlaron de la destrucción de Jerusalén. Tú dijiste que les recompensarías por llenar su tierra con los muertos. Esto me enseña que no debo deleitarme por observar las tribulaciones en las vidas de los demás, especialmente en las que tengan el derecho de esperar mi compasión y mi apoyo. Quinto, habló acerca de Tu pueblo Israel, que decían sobre sí mismos: “Nuestros huesos se han secado, y nuestra esperanza ha perecido. Estamos completamente destruidos” (Ez 37:11). Les dijiste que Tú podías resucitar incluso a los huesos secos. Los limpiarías de su pecado y los llevarías de nuevo a su tierra. Esto me enseña que sí, la promesa de Tu Reino futuro se cumplirá—y puedo amarte y ser parte de ello, o puedo rechazarte y ser desechado por Ti. La decisión es mía.

Reflexión

Por su pecado, el pueblo de Israel había causado que otros profanaran Tu Nombre—cuando finalmente estuviste obligado a juzgarlos y dispersarlos entre las naciones, los habitantes de esas tierras dijeron: ‘Estos son el pueblo del Señor, y han salido de Su tierra’ (Ez 36:20). ¿Honro o deshonro Tu Santo Nombre?

Petición

Padre, ojalá que mi vida nunca sea una vergüenza para Ti. Ayúdame a vivir una vida santa, una vida que señale el camino hacia la cruz. ¡Úsame para ganar a los perdidos para Ti!

Agradecimiento

Te agradezco mucho por darme un “corazón nuevo y un espíritu nuevo”—me quitaste un corazón de piedra y me diste un corazón de carne. ¡Qué ganas tengo de disfrutar del “pacto de paz” que has prometido para el futuro!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Ezequiel 34:23.