Querido Padre Celestial,

Alabanza

Estabas dispuesto a dejar que un remanente terco se quedara en la tierra de Judá. Les dijiste: “Los edificaré y no los derribaré; los plantaré y no los arrancaré, porque estoy arrepentido del mal que les he hecho. También tendré compasión de ustedes… y [el rey] los restaure a la tierra de ustedes” (Jer 42:10, 12). ¡Nunca antes en la historia habías mostrado un amor y una compasión tan grandes a un pueblo tan indigno de recibirlos! Eres un Dios de misericordia y de gracia—Te alabo hoy, ¡y Te adoro delante de Tu trono! ¡Te alabo, Señor!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste lo que le sucedió a Jeremías después de la salida de los babilonios de Judá, y cómo terminó pasando el resto de su vida en la tierra de Egipto. ¡Qué historia tan frustrante! Gedalías se negó a escuchar la advertencia de Johanán, y le costó su vida. Johanán se negó a escuchar la advertencia de Jeremías, y le costó al remanente su tierra natal. El pueblo afirmó que Te obedecería si solo les mandaras qué hacer, pero en el mismo momento que recibieron Tu instrucción, dijeron que era una mentira. El pueblo declaró que Tú eras “el Señor nuestro Dios”, pero justo después de que se instalaron en Egipto, ¡comenzaron a adorar los dioses egipcios! ¿Cómo podía suceder eso? Después de haber sido testigos presenciales de la destrucción de su nación por su idolatría, ¿y entonces decir que fue porque no habían quemado suficientes sacrificios a la reina de los cielos? ¡Qué increíble! Y Tú—Tú estabas con ellos en cada paso, en Tu fidelidad advirtiéndoles que no salieran para Egipto, que no adoraran otros dioses, que no fueran tercos como sus padres, que no llamaran desastre sobre sí mismos y sus niños. ¿Qué se puede aprender de una historia tan trágica? Me enseña que debo prestar mucha atención a las advertencias que me son dadas. Me enseña que es posible que la decisión que parece ser la más sabia sea una receta para el desastre. Me enseña que dedo meditar mucho sobre mis decisiones en lugar de solo tomar las mismas decisiones de los demás. Me enseña que la decisión más segura que se puede tomar es obedecer Tu voluntad. Me enseña que vivir para Ti siempre es mejor que vivir solo para mí mismo. Me enseña que debo someterme con humildad cuando Tu Palabra está en contra de algo que yo quiero. Me enseña que no hay ningún refugio en que puedo esconderme de los resultados de mi pecado. Me enseña que debo ser leal a Ti incluso cuando todos los demás están desobedeciéndote e instándome que yo lo haga también. ¡Ay, pobre Jeremías! Siguió fiel predicando la verdad, y aunque le dijo al pueblo que no saliera para Egipto, cuando se fueron, él salió con ellos por su lealtad a Ti. Espero que cuando él murió lo hayan llevado con suavidad y que lo hayan sepultado con dulzura. Espero que hayan puesto una espada de dos filos en sus manos, y que hayan erigido una tumba triunfante—pues él fue un soldado valeroso de la cruz, y en su vida, ¡fue un hombre de Dios!

Reflexión

¿Alguna vez he buscado Tu instrucción, al mismo tiempo que en mi corazón, lo que verdaderamente deseaba era que Tú aprobaras mi voluntad? ¡No vale la pena hacerte la pregunta: “¿Adónde debo ir, Señor?” si ya estoy a mitad del camino a Egipto!

Petición

Padre, es fácil desestimar la lectura de hoy y decir: “¡Yo nunca sería como ellos!” No me dejes olvidar que estas cosas fueron escritas como enseñanza para mí, “para quienes ha llegado el fin de los siglos,” y si creo que estoy firme, ¡debo “tener cuidado” para que no caiga! (1 Co 10:11–12)

Agradecimiento

¡Gracias por Jeremías! Su vida me sirve de consuelo, y pido Tu ayuda que yo pueda vivir una vida digna del ejemplo inspirador que él me dejó. “Y por la fe, estando muerto, todavía habla” (He 11:4b).

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Jeremías 42:5.