Querido Padre Celestial,

Alabanza

El profeta dijo: “Que las misericordias del Señor jamás terminan, pues nunca fallan Sus bondades; son nuevas cada mañana; ¡Grande es Tu fidelidad!” (Lm 3:22–23). ¡Qué maravilloso es saber que palabras de tanta esperanza se encuentran en el libro más triste de la Biblia! La verdad es que si cualquier persona se arrepiente y vuelve a Ti, siempre Te encontrará allí, listo para perdonarle y darle la bienvenida otra vez. ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste la segunda parte de Tu lamento sobre la destrucción de Jerusalén. En conjunto, Lamentaciones responde a la pregunta: ‘¿Cómo debe responder Tu pueblo al juicio terrible que le había sobrevenido por causa de su maldad?’ Ayer, dijiste que debían darse cuenta del nivel al que habían descendido, que debían reconocer que fue su pecado lo que les había llevado hacia su destrucción, y que debían aceptar la pena y el dolor de Tu juicio. Hoy, pides que ellos recuerden a la Persona que habían desechado—“Esto traigo a mi corazón, por esto tengo esperanza: que las misericordias del Señor jamás terminan, pues nunca fallan Sus bondades” (Lm 3:21–22). ‘Oh Jerusalén’, grita Lamentaciones, ‘¡Alza tus ojos a los cielos y mira a Tu Dios que habías rechazado! ¡Sus misericordias son nuevas cada mañana! ¡Grande es Su fidelidad! ¡Bueno es para los que en Él esperan! ¡Este es el Dios que has cambiado por ídolos de madera y de piedra!’ Segundo, les mandaste que aceptaran Tu castigo por su pecado sin quejas—“¿Por qué ha de quejarse el ser viviente? ¡Sea valiente frente a sus pecados!” (Lm 3:39). En vez de eso, debían aceptar el yugo de Tu disciplina con paciencia: “Que se siente solo y en silencio ya que Él se lo ha impuesto. Que ponga su boca en el polvo, quizá haya esperanza” (Lm 3:28-29). Entonces, les mandaste que se arrepintieran de su pecado y que volvieran a Ti—“Examinemos nuestros caminos y escudriñémoslos, y volvamos al Señor. Mis ojos fluyen sin cesar, ya que no hay descanso hasta que el Señor mire y vea desde los cielos” (Lm 3:40, 49–50). Tenían mucho que lamentar—habían “transgredido y… rebelado” (Lm 3:42) —y la tristeza que es según Dios siempre produce arrepentimiento (2 Co 7:10). Finalmente, les ordenaste que dejaran lugar a Tu ira; Tuya es la venganza—“Tú les darás su pago, oh Señor, conforme a la obra de sus manos” (Lm 3:64). Habías usado a los babilonios para castigar a Judá, y sus espadas estaban manchadas de la sangre de Tu pueblo. Ellos habían realizado Tu voluntad, pero ellos mismos tendrían que rendirte cuentas por lo que habían hecho, porque eran una nación idolatra y malvada.

Reflexión

Aunque a veces parezca que he ido demasiado lejos en mi pecado y que Tú no puedes perdonarme, Lamentaciones me recuerda que Tus misericordias nunca se acaban. Tu gracia es mayor que mi pecado, y Tu perdón siempre está allí en el momento en que me humillo y me arrepiento.

Petición

Padre, cuando mi alma esté abatida bajo el peso de la aflicción, ayúdame a recordar que: “El Señor es mi porción,” dice mi alma, “por tanto en Él espero. Bueno es el Señor para los que en Él esperan, para el alma que Lo busca” (Lm 3:24–25).

Agradecimiento

Gracias por la promesa de que “ …el Señor no rechaza para siempre, antes bien, si aflige, también se compadecerá según Su gran misericordia” (Lm 3:31–32). ¡Te alabo, Señor!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Lamentaciones 3:22.