Querido Padre Celestial,

Alabanza

El cronista dijo: “El Señor, Dios de sus padres, les envió palabra repetidas veces por Sus mensajeros, porque Él tenía compasión de Su pueblo y de Su morada” (2 Cr 36:15). A pesar de que ya sabías que no se arrepentirían, enviaste profeta tras profeta para advertirles. Te alabo hoy como el Dios persistente—el Dios que continuamente extiende la mano hacia los pecadores no arrepentidos, ¡ofreciéndoles la verdad del evangelio! ¡Qué amor, misericordia y gracia! Toda la alabanza y toda la gloria sean para Ti, mi Dios y mi Rey— ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Finalmente ocurrió hoy—el tercer y final asedio de Jerusalén por las fuerzas de Nabucodonosor. La tragedia que no tuvo que haber sucedido, ¡pero sucedió! ¡Pudo haber sido evitada si ellos solo Te hubieran escuchado! Esto me enseña que “El hombre que después de mucha reprensión se pone terco, de repente será quebrantado sin remedio” (Pr 29:1). En el mismo día en que Nabucodonosor puso sitio a Jerusalén, Tu Palabra vino a Ezequiel en Babilonia: “Hijo de hombre, escribe la fecha del día, del día de hoy. Este mismo día el rey de Babilonia ha avanzado contra Jerusalén” (Ez 24:2). Entonces mandaste que él proclamara una parábola para Tu pueblo rebelde: “Pon la olla…hazla hervir a borbotones”. Antes, el pueblo se había burlado de Tu llamado al arrepentimiento, diciendo: ‘Aquí [en Jerusalén] estamos a salvo, como la carne en la olla (Ez 11:3 NTV). Ahora, encendías un fuego debajo de esa olla que quemaría toda la maldad y toda la impureza que había en Tu santa ciudad (Ez 24:10–11). En ese mismo día, le dijiste a Ezequiel que moriría su mujer, y ella murió por la tarde. No dejaste que él lamentara su muerte, y cuando el pueblo quería saber qué significó, Tú les dijiste que estabas a punto de profanar el templo: “orgullo de su fuerza, encanto de sus ojos y deleite de su alma” (Ez 24:21). Así como Ezequiel lamentaba a su amada mujer, el pueblo lamentaría la destrucción de su templo amado. Ezequiel era un testimonio vivo a los desterrados—toda su vida comunicaba el mensaje de Tu juicio venidero. Esto me enseña qué significa ser “usado por Dios”. ¿Estoy dispuesto a sufrir pérdida personal para predicar el evangelio y adelantar la causa de Cristo? Ezequiel también profetizó contra las naciones vecinas de Judá—Amón, Moab, Edom y Filistea. Ellos no podían esperar para aprovecharse de la crisis en Jerusalén, y les advertiste que ellos serían castigados por juntarse con Babilonia en su ataque contra la ciudad. Esto me enseña que no debo regocijarme cuando mis enemigos caen (Pr 24:17–18). Sedequías entró en pánico cuando el asedio comenzó, y corrió hacia Jeremías para pedir su ayuda. Jeremías le dijo que la ciudad había sido condenada—los que querían salvar su vida de las plagas y de la hambruna deberían salir de la ciudad y rendirse a Nabucodonosor. ¡Pero Sedequías todavía no lo escuchó! Fue rebelde hasta el fin— ¡que esa frase nunca describa mi vida!

Reflexión

Cuando Nabucodonosor se retiró de Jerusalén para poder luchar contra el ejército del Faraón Hofra, Sedequías creyó que la ciudad había sido salvada. ¿Permito que las circunstancias pongan duda en mi mente sobre la veracidad de Tu Palabra? ¿Sigo fiel y firme incluso cuando parece que Tu promesa no se cumple?

Petición

Padre, ¡ayúdame para que nunca endurezca el corazón, y que jamás sea terco en contra de Ti! Ojalá que nunca me burle de Tus mensajeros, y que no desprecie Tu Palabra, o me mofe de Tus profetas. ¡Dame un corazón que Te ame más que a nada!

Agradecimiento

¡Muchas gracias por Tu misericordia y por Tu amor! La lectura de hoy me muestra hasta dónde estás dispuesto a extender Tu mano para prevenir que una persona pase una eternidad en el infierno preparado para el diablo. Dices: “Mira, he puesto ante ti el “camino de vida”— ¡Escojo la vida!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Jeremías 37:10.