Querido Padre Celestial,

Alabanza

Le dijiste a Jerusalén: “Yo pasé junto a ti y te vi revolcándote en tu sangre. Mientras estabas en tu sangre, te dije: ‘¡Vive!’ Sí, te dije, mientras estabas en tu sangre: ‘¡Vive!’” (Ez 16:6). Eres un Dios de amor—miraste más allá de la suciedad, la mugre y las manchas de mi pecado, ¡y viste a un hijo que podría ser redimido por medio de la sangre preciosa de Jesucristo! “Siempre cantaré de Tu sublime gracia, porque fue gracia que me libero. No sé por qué me amaste tanto. Miraste más allá de mis defectos y decidiste proveer lo que me faltaba” ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me relataste una alegoría conmovedora, la historia bella pero trágica sobre una huérfana no deseada (Jerusalén) que como adulta, abandonó a su marido fiel y amable (el Rey de reyes) para convertirse en una ramera insaciable. Esta historia es el registro de Tu amor por la ciudad, comenzando con su nacimiento, continuando a pesar de su maldad y su libertinaje, y culminando en Tu juicio venidero sobre ella. ¡Pero la historia no termina en desesperación! En un arranque de esperanza, revelaste que en un lejano futuro, restaurarías la ciudad y establecerías un pacto eterno con Tu pueblo. Esta alegoría me enseña mucho. Primero, me muestra que Tu amor es incondicional. Cuando descubriste Jerusalén, ella no era deseada ni amada, estaba desechada en un campo, lista para morir. Pese a ello, ¡la amaste! ¿Por qué? ¿Fue por su grandeza o sus riquezas o, tal vez, por su bondad? ¡Claro que no! (lee Dt 7:7–9). Los amaste porque eso es lo que eres Tú— ¡Tú eres amor! (1 Jn 4:8). Segundo, me enseña que Tu amor es vulnerable. Amabas a Jerusalén, no desde grandes distancias, sino en la manera más íntima posible—Te casaste con ella. ¡Lo hiciste aunque ya sabías que sufrirías la pena de su traición! Jesús mostró este mismo amor vulnerable en la tierra. Amó a Pedro, y Pedro Lo negó. Él amó a Judas, y Judas Lo traicionó. Amó a Jerusalén, y sus gobernantes Lo crucificaron. ¡Qué maravilloso es este amor! Tercero, me enseña que Tu amor es sacrificial. Prometiste que algún día establecerías un pacto eterno con Tu pueblo, pero la única manera para cumplir esa promesa era por medio del sacrificio de Tu propio Hijo en la cruz para pagar por el pecado de ellos. Mostraste la profundidad de Tu amor sacrificial en la Persona de Jesucristo—“en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro 5:8 RVR60). Más que nada, Tu generosidad es la acción que está más relacionada con Tu gran amor.

Reflexión

Mientras medito sobre esta historia, me doy cuenta de que necesito hacerme a mí mismo algunas preguntas difíciles. ¿Amo a los demás como me amas a mí? ¿Es incondicional mi amor? ¿Es vulnerable mi amor? ¿Es sacrificial? Juan lo resumió bien al decir: “En esto hemos conocido el amor, en que Él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (1 Jn 3:16 RVR60). ¿Responderé al llamamiento para amar a los demás de la misma manera en que me amas a mí?

Petición

Padre, Tu amor incondicional, vulnerable y sacrificial no es algo que yo puedo producir sin Tu ayuda— ¡debo tener mucha ayuda de parte Tuya! Dame un corazón que ame a los demás como me amas a mí.

Agradecimiento

¡Nunca acabaré de agradecerte por Tu amor tan maravilloso! “Oh, de mil lenguas para cantar las alabanzas de mi gran Redentor, ¡las glorias de mi Dios y Rey, los triunfos de su gracia!”

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Ezequiel 16:6.