Querido Padre Celestial,

Alabanza

Mientras que yo estaba leyendo sobre Tu juicio de las mujeres que habían mentido al pueblo, una frase pequeña me llamó la atención: “Porque ustedes han entristecido el corazón del justo con falsedad, cuando Yo no lo he entristecido…” (Ez 13:22). ¡Qué testimonio tan bello de Tu amor por mí! ¡Te alabo hoy y exalto Tu Nombre! ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

En la lectura de hoy, queda claro que los desterrados en Babilonia no habían entendido la gravedad de las advertencias de Ezequiel. Todavía esperaban que volverían pronto a Judá, y creían que la existencia de Jerusalén era una señal de esperanza. En respuesta a ellos, enviaste a Ezequiel para refutar sus afirmaciones de paz y de prosperidad. Primero, trataste la creencia de que Ezequiel estaba hablando de acontecimientos muy lejos en el futuro (Ez 12:22, 27). Tu respuesta: “‘No se demorará más, sino que en sus días, oh casa rebelde, hablaré la palabra y la cumpliré,’ declara el Señor Dios” (Ez 12:25). Esto me enseña que no debo confundir Tus expresiones de bondad y de paciencia con debilidad e ineficacia. ¡Tu amabilidad para conmigo tiene el propósito de llevarme al arrepentimiento (Ro 2:4)! Segundo, abordaste el hecho de que Ezequiel era la única persona que profetizaba el desastre—los otros profetas decían “¡Paz!” (Ez 13:10). El pueblo había levantado un muro endeble de maldad, y en lugar de condenar el muro, ¡los falsos profetas lo recubrieron con cal! Tu respuesta: “Así derribaré el muro que han recubierto con cal, lo echaré a tierra y quedará al descubierto su cimiento. Y cuando caiga, ustedes serán destruidos en medio de él. Así sabrán que Yo soy el Señor” (Ez 13:14). Esto me enseña que cuando intento cubrir mi pecado en lugar de confesarlo, solo estoy preparando el terreno para mi propia destrucción. Tercero, hablaste sobre la piedad falsa de los ancianos que afirmaban que escuchaban Tus Palabras. Ellos venían y se sentaban delante de Ezequiel y le pedían que él Te consultara por ellos (Ez 14:1). Tu respuesta: “Arrepiéntanse y apártense de sus ídolos… Porque a cualquiera… que se aleje de Mí y erija sus ídolos en su corazón… y después venga al profeta para consultarme por medio de él… pondré Mi rostro contra ese hombre, haré de él señal y proverbio, y lo cortaré de en medio de Mi pueblo” (Ez 14:6b–8). Esto me enseña que no puedo esconder el pecado en mi corazón y luego venir a Ti y fingir que Te sirvo. Si lo hago, llamaré Tu atención, ¡pero será una clase de atención que no deseo! Finalmente, trataste la creencia de que Tu ira no caería sobre Jerusalén mientras algunos pocos santos todavía vivían allí (Ez 14:13–14). Tu respuesta: “‘Y aunque estos tres hombres, Noé, Daniel y Job, estuvieran en medio de ese país, sólo ellos se salvarían a sí mismos por su justicia,’ declara el Señor Dios” (Ez 14:14). Esto me enseña que no puedo depender de la justicia de los demás—yo mismo debo vivir una vida santa.

Reflexión

Es fácil condenar a los desterrados por su rebelión y por su idolatría, pero si busco las riquezas, la fama o los placeres con la clase de amor y de compromiso que solo Te pertenecen a Ti, entonces yo también habré puesto ídolos en mi corazón y habré establecido el tropiezo de mi propia maldad delante de mi rostro (Ez 14:3).

Petición

Padre, ¡ojalá que yo nunca sea tan orgulloso como para considerarme inmune a las tentaciones que atraparon a Tu pueblo escogido! Ayúdame a no olvidar que estas cosas fueron escritas para amonestarme a mí (1 Co 10:11–12).

Agradecimiento

Gracias por Tu misericordia—en el mismo momento en que Te preparabas para enviar contra Tu pueblo la espada, la hambruna, las bestias feroces, y la pestilencia, también estabas prometiendo que un remanente sería salvado (Ez 14:21–23). ¡Grande eres Tú, Señor!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Ezequiel 12:15.