Querido Padre Celestial,

Alabanza

Cuando Ezequiel Te vio sentado sobre un trono alto y sublime, se postró en asombro y en adoración. Parece que solo las palabras de los serafines eran dignas para describir tal visión—“Santo, santo, santo, es el Señor de los ejércitos; ¡Llena está toda la tierra de Su gloria!” (Is 6:3). ¡Te alabo hoy, y honro Tu Nombre!

Hoy en Tu Palabra

En la lectura de hoy, llamaste a Ezequiel para ser Tu profeta a los desterrados en Babilonia. Querías que Ezequiel (1) ayudara a los desterrados para comprender por qué estaban en el exilio, (2) quitara la falsa esperanza de que el periodo de su cautiverio sería corto, (3) llamara al pueblo a arrepentirse y vivir de nuevo en fidelidad a Ti y a Tu pacto, y (4) llevara un mensaje de esperanza a Tus fieles. Tu llamamiento de Ezequiel al ministerio de la profecía fue único—Tú viniste a él en una visión, y él vio Tu trono colocado sobre una plataforma de ruedas. En el trono había una figura con apariencia de hombre y su cuerpo parecía ser hecho de metal brillante y reluciente—era “el aspecto de la semejanza de la gloria del Señor” (Ez 1:28). Te revelaste a Ezequiel en esa manera espectacular porque querías infundir en él un sentido renovado de quién eres en verdad. Este conocimiento respaldó el ministerio de Ezequiel—lo capacitó para proclamar Tu mensaje con fervor y para mostrar a los judíos desterrados a Quién era que habían rechazado. Desde el principio, advertiste a Ezequiel que estabas enviándolo a una “casa rebelde”— si escuchaban o dejaban de escuchar, sabrían que un profeta había estado entre ellos. Esto me enseña que mi responsabilidad es obedecerte y dejarte los resultados a Ti. Le diste de comer un rollo lleno de todas las palabras que iba a proclamar, y Tu Espíritu lo llevó a los desterrados que habitaban junto al río Quebar. Él se sentó junto al río, y no habló por siete días, el periodo de días dedicados al estar de luto; entonces lo pusiste por centinela de la casa de Israel. Fue el encargado de advertir al pueblo, y él tendría que rendirte cuentas sobre el cumplimiento de esta responsabilidad.

Reflexión

Ezequiel 3:20 es un versículo que da mucho en que pensar: “Y cuando un justo se desvíe de su justicia y cometa iniquidad, Yo pondré un obstáculo delante de él, y morirá; porque tú no le advertiste, él morirá por su pecado, y las obras de justicia que había hecho no serán recordadas, pero Yo demandaré su sangre de tu mano.”

Petición

Padre, dame el coraje para proclamar la verdad—que yo siempre siga la dirección de Tu Espíritu cuando quiera que yo hable de Ti a los demás.

Agradecimiento

¡Gracias por darme, por medio de Ezequiel, una visión de Tu gloria! De verdad, ¡eres grande y muy digno de ser alabado!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Ezequiel 3:11.