Querido Padre Celestial,

Alabanza

Una parte importante de alabarte y de honrarte es amar lo que Tú amas y apreciar lo que Tú aprecias. Puedo oír Tu amor por Jerusalén cuando dices: “Péguese mi lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no enaltezco a Jerusalén sobre mi supremo gozo” (Sal 137:6). Digo con David: “¡Haz bien con Tu benevolencia a Sion; edifica los muros de Jerusalén!” (Sal 51:18)

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre el primer asedio de Jerusalén por parte de Nabucodonosor en 605 ac, y el destierro subsiguiente de Joacim y muchos de los mejores jóvenes de Judá, entre ellos Daniel. Les diste a Joacim y a los gobernantes de Judá una oportunidad final para arrepentirse al mandar que las profecías de Jeremías fueran escritas en un rollo y que fueran leídas al rey—pero Joacim rechazó Tu mensaje y quemó el rollo. Esto me enseña que le das a cada hombre todas las oportunidades que necesita para arrepentirse antes del fin. Los que perecen bajo Tu juicio, ellos, y sólo ellos, tienen la culpa. Daniel y sus tres compañeros fueron desterrados en Babilonia por el resto de sus vidas. Eran jóvenes piadosos que tenían que sufrir las consecuencias de ser parte de un pueblo terco y no arrepentido. Es claro que vivir una vida santa no me salva de sufrir las consecuencias de las decisiones pecaminosas tomadas por los demás. Daniel decidió seguirte fielmente, corriendo grande riesgo personal. La manera en que apeló a su mayordomo es un ejemplo excelente de cómo defender la verdad al mismo tiempo de respetar a los que están en autoridad sobre mí. Al tratar con situación semejante, debo: (1) evitar ser combativo y discutidor, (2) discernir los motivos verdaderos de los que están en autoridad sobre mí, (3) si es posible, tener en mente alguna solución alternativa y creativa que todavía cumpliría sus metas, (4) hacer mi petición respetuosamente, (5) orar y dejarte tiempo para cambiar sus mentes, (6) estar dispuesto a sufrir, si es necesario, para tener la consciencia tranquila. Si Daniel, que probablemente no tenía más de veinte años cuando fue capturado, podría obedecerte bajo tales circunstancias, ¡yo también puedo estar firme en la fe!

Reflexión

Reprochaste a Baruc por buscar para sí mismo grandes cosas al mismo tiempo que Tú Te viste obligado a destruir la ciudad que habías edificado con tanto amor. Fue un recordatorio amable pero claro de que debo mantener mis prioridades centradas en Ti y en Tu obra en lugar de en mis metas y aspiraciones personales.

Petición

Padre, puedo percibir el dolor que sentías al traer destrucción a Tu pueblo escogido. ¡Ojalá que nunca yo Te cause tal dolor—ayúdame a ser fiel y obediente!

Agradecimiento

Gracias por el ejemplo de Daniel—él atestigua el poder de Tu gracia que me sostiene y la posibilidad de guardarme “sin mancha del mundo” (Stg 1:27).

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Daniel 1:8.