Querido Padre Celestial,

Alabanza

Sofonías dijo: “El Señor tu Dios está en medio de ti, guerrero victorioso; se gozará en ti con alegría, en Su amor guardará silencio, se regocijará por ti con cantos de júbilo” (Sof 3:17). ¡Qué gozo y qué bendición pensar que el Creador del universo se regocijará por mí con cantos de júbilo! ¡Hoy me regocijo por Ti y alabo Tu Nombre! ¡Que toda la gloria, toda la honra, y toda la majestad sean para Ti, Dios de mi salvación!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste sobre el arrepentimiento de Manasés y la profecía de Sofonías. Si alguna vez existió un hombre indigno de recibir Tu perdón, ése fue Manasés. Había quemado a sus propios hijos en el fuego de la idolatría, y “había derram[ado] muchísima sangre inocente hasta llenar a Jerusalén de un extremo a otro” (2 R 21:16). Sin embargo, “cuando estaba en angustia, Manasés imploró al Señor su Dios, y se humilló grandemente delante del Dios de sus padres” (2 Cr 33:12). Me maravillo cuando leo que Tú “te conmoviste por su ruego”—lo trajiste otra vez a Jerusalén y restauraste su reinado. Él quitó todos los dioses ajenos de Tu casa y ordenó que Judá Te sirviera. ¡Qué testimonio increíble de Tu misericordia y amor! Manasés me enseña que nadie está fuera del alcance de Tu gracia salvadora. Mientras que vivimos, hay esperanza y oportunidades para arrepentirnos y ser restaurados por Ti. Amón, el hijo de Manasés, subió al trono cuando tenía 22 años, y muy pronto falleció en sus caminos pecaminosos. Su hijo Josías fue hecho rey en su lugar, e “hizo lo recto ante los ojos del SEÑOR y anduvo en todo el camino de su padre David” (2 R 22:2). ¿Cómo es posible que un hombre tan santo descendiera de hombres como Amón y Manasés? Creo que la respuesta probable se encuentra en Sofonías, el tataranieto de Ezequías. Cuando Josías era joven, Sofonías profetizó la venida del “Día del Señor”, ese grande y terrible día cuando Tu ira y Tu juicio serían derramados sobre el mundo pecaminoso. Sofonías dejó claro que los que estaban diciendo “Ni bien ni mal hará el Señor” no tenían razón. Ibas a “escudriñar a Jerusalén con lámparas”, y castigarlos porque hablaban tales pecaminosas y complacientes palabras (Sof 1:12). Las naciones del mundo experimentarían Tu ira, y el alcance de Tu juicio dejaría la tierra tan desolada y destruida como quedó después del diluvio en los días de Noé. ¿Qué debería hacer Judá al darse cuenta de que venía ese día? “Congréguense… oh nación sin pudor, antes que entre en vigencia el decreto… Busquen al Señor, todos ustedes, humildes de la tierra que han cumplido Sus preceptos; busquen la justicia, busquen la humildad. Quizá serán protegidos el día de la ira del Señor” (Sof 2:1–3). Como dijo Pedro: “Puesto que todas estas cosas han de ser destruidas de esta manera, ¡qué clase de personas no deben ser ustedes en santa conducta y en piedad, esperando y apresurando la venida del día de Dios!” Esto me enseña que debo “procurar con diligencia ser hallado por Él en paz, sin mancha e irreprensible” (2 P 3:11–15).

Reflexión

Sofonías también habló de la futura restauración de Judá. Si la advertencia de Tu ira y de Tu juicio no conmovía al pueblo para buscarte, ¡sin duda el pensamiento de no experimentar Tu gozo y Tu bendición lo haría!

Petición

Padre, quiero ser parte del gran gozo que viene para Tu pueblo. Ayúdame a humillarme ante Ti y buscar la santidad. ¡Protégeme en el día de Tu ira!

Agradecimiento

¡Gracias por las bendiciones maravillosas que derramarás sobre Tu pueblo! ¡Ojalá que venga pronto el día cuando el “Rey de Israel, el Señor” estará en medio nuestro! ¡Aleluya!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Sofonías 3:17.