Querido Padre Celestial,

Alabanza

Los dioses de este mundo no son más que “la obra de manos de hombre, de madera y piedra”. Pero Tú eres Yahvé de los ejércitos, el Dios de Israel, el Creador del universo. Estás sentado sobre los querubines, y sólo Tú eres Dios sobre todos los reinos de la tierra (Is 37:16, 19). ¡Hoy Te adoro y alabo Tu Nombre!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste cómo salvaste a Ezequías de los asirios. Senaquerib había terminado la conquista de Laquis, entonces pasó a tomar Libna, una ciudad pocos kilómetros al norte de Jerusalén. Mientras la atacaba, recibió la noticia de que Tiraka, el rey cusita de Egipto, venía marchando hacia su posición. Preocupado por la posibilidad de que esta noticia llenara de valor a Ezequías, Senaquerib le envió una carta burlona, advirtiéndole en contra de confiar en Ti. Ezequías tomó esta carta y la extendió delante de Ti. Oró: “Y ahora, Señor, Dios nuestro, líbranos de su mano para que todos los reinos de la tierra sepan que sólo Tú, oh Señor, eres Dios” (Is 37:20). Esto me enseña la importancia de echar toda mi ansiedad y mis problemas delante de Ti. También me recuerda que otros me estan observando mientras que trato con las tribulaciones y los problemas en mi vida. Con frecuencia, ¡Tu plan es alcanzar a los perdidos mostrando Tu poder para mi bien! Replicaste a Senaquerib con Tu propia carta: “Te ha despreciado y se ha burlado de ti la virgen hija de Sion; ha movido la cabeza a tus espaldas la hija de Jerusalén” (Is 37:22). Le revelaste que todas sus conquistas habían sido planeadas por Ti con mucha antelación, y que pondrías Tu garfio en su nariz y lo harías volver a Níneve. Eso es exactamente lo que sucedió. Tu ángel mató todo el ejército que rodeaba a Jerusalén— ¡185.000 hombres! Senaquerib volvió a su reino avergonzado y derrotado.

Reflexión

Para Ezequías, la carta blasfema de Senaquerib fue la gota que derramó el vaso. ¿Cómo se atreve este rey asirio dirigirse a Ti de esa forma? El celo que tenía Ezequías por Tu Nombre me inspira. Cuando Te veo cómo eres en verdad, mi preocupación principal es Tu reivindicación y Tu gloria.

Petición

Padre, dame un sentido renovado de Tu grandeza y majestad. Ayúdame a verte con ojos de fe y tener celo por la grandeza de Tu Nombre.

Agradecimiento

Gracias por la promesa de que serás mi roca y mi escudo. ¡Cuán maravilloso es servir al Dios que reina supremo sobre las naciones de la tierra!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Isaías 37:35.