Querido Padre Celestial,

Alabanza

Ezequías tenía razón cuando dijo: “porque el que está con nosotros es más poderoso que el que está con él. Con él está sólo un brazo de carne, pero con nosotros está el Señor nuestro Dios para ayudarnos y pelear nuestras batallas” (2 Cr 32:7b–8). ¡Eso es una verdadera fe! Como al pueblo de Judá, estas palabras me animan— ¡no hay que temer al enemigo cuando estoy contigo! ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me dijiste de la invasión asiria de Judá. Cuando Sargón II murió y su hijo Senaquerib asumió el trono (c. 705 ac), estalló la rebelión en varias partes del Imperio Asirio. En el este, Merodac Baladán II retomó el trono de Babilonia, y en el oeste, Ezequías aprovechó la ocasión para ganar la independencia de Judá. Cesó de rendir tributo y además atacó a los filisteos—un estado títere de Asiria que ocupaba tierra que pertenecía a Judá (2 Re 18:7–8). Asiria no respondió inmediatamente, pero en 701 ac, Senaquerib invadió a Judá e intentó tomar las ciudades fortificadas en la frontera norte. Primero, Ezequías trató de sobornar a Senaquerib, pero cuando se enteró que Asiria no sería disuadida, Ezequías juntó al pueblo y los animó a poner su confianza en Ti. Senaquerib envió algunos mensajeros, acompañados por un gran ejército, a Jerusalén y dijo al pueblo: “¡Que no los engañe Ezequías! ¡Tu dios no puede salvarlos de mi mano! ¡Recuerden lo que hice a los dioses de todas las otras naciones! ¡Entréguense a mí y los dejaré vivir! Ezequías hizo lo que yo también debo hacer cuando me encuentre frente al enemigo—se humilló y pidió Tu ayuda. Por medio de Isaías, le dijiste que no tendría que temer, y revelaste que Tú mismo vencerías a Senaquerib.

Reflexión

El ejército de Senaquerib era real, y sus amenazas y sus mofas eran aterradoras. Pero, en realidad, Senaquerib no tenía ningún poder—solo mentiras. Así es en mi vida—el enemigo puede parecer invencible, pero su único poder es su habilidad de engañarme. Si rechazo sus mentiras y confío en Ti, ¡nunca puedo ser vencido!

Petición

Padre, dame la fe de Ezequías. Ayúdame a estar firme contra los dardos encendidos del enemigo y animar a los que están alrededor de mí.

Agradecimiento

Dijiste a Ezequías: “No temas por las palabras que has oído…” (Is 37:6). Gracias por ese mensaje consolador— ¡descanso hoy en la promesa de Tu protección!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Isaías 37:6.