Querido Padre Celestial,

Alabanza

Isaías gritó de alegría cuando vio a Cristo en Su gloria: “Oh Señor, Tú eres mi Dios; Te ensalzaré, daré alabanzas a Tu nombre, porque has hecho maravillas, designios concebidos desde tiempos antiguos con toda fidelidad.” (Is 25:1). ¡Tu Hijo vendrá otra vez para juzgar las naciones por su orgullo y para establecer Su Reino en el Monte Sion! Digo con el apóstol Juan: “Amén. Sí, ¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22:20b)

Hoy en Tu Palabra

Hoy me contaste el “Apocalipsis de Isaías”, una parte de Isaías que describe la devastación y el sufrimiento que ocurrirán durante la venidera Tribulación, y la paz y la bendición que seguirán mediante el Reinado milenario de Cristo (Is 24–27). Isaías describe con gran detalle la ruina que sucederá en la tierra durante la Tribulación. Las palabras que usa me recuerda lo que hiciste durante el Diluvio—“Miren, el Señor arrasa la tierra, la devasta…” (Is 24:1a). Todos caerán bajo Tu juicio: el amo y el siervo, el pueblo y el sacerdote, el que compra y el que vende. La tierra se hará “pedazos”, “se agrietará en gran manera” y “temblará con violencia” (Is 24:19). En aquel día, Tu Hijo volverá a la tierra, y Él “castigará al ejército celestial en las alturas, [las fuerzas demoníacas] y a los reyes de la tierra en la tierra” (Is 24:21–22; v. Ap 20:2–3). Establecerá Su Reino, y reinará en el Monte Sion y en Jerusalén” (Is 24:23). En ese día, Tú “destruirá[s] la muerte para siempre; y el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros” (Is 25:8; v. Ap 21:4). En ese día, el pueblo de Judá cantará este canto: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera; porque en Ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos” (Is 26:3–4 RVR60). Me regocijo al pensar de ese día futuro, pero ¿qué de mis problemas actuales? ¿Cómo debería afectarme hoy el conocimiento del reinado futuro de Cristo? La oración de Isaías responde a esta pregunta: “Ciertamente, siguiendo la senda de Tus juicios, oh Señor, Te hemos esperado. Tu nombre y Tu memoria son el anhelo del alma” (Is 26:8). La venida futura de Tu Reino es cosa segura, y esta verdad me anima a vivir con justicia—debo estar caminando en el Espíritu, esperándote a Ti, y difundiendo las buenas nuevas del evangelio. Si lo hago, ¡estaré allí para ver el día en que castigarás al Leviatán (Satanás) con Tu “espada inflexible, grande y poderosa”! (Is 27:1) Estaré allí cantando sobre Tu viña deleitosa—un Israel renovado y sin mancha. Estaré allí para escuchar cuando se toque esa gran trompeta—“y los que perecían en la tierra de Asiria y los desterrados en la tierra de Egipto, vendrán y adorarán al Señor en el monte santo en Jerusalén” (Is 27:13). ¡Todo habrá valido la pena cuando yo vea a Jesús!

Reflexión

Sin duda, a Judá le agradó escuchar la profecía de Isaías sobre su gloria futura, pero él también dejó claro que ibas a desterrar a Judá para purgar su iniquidad (Is 27:7–9). El pueblo quería Tu bendición, pero no quería pasar por Tu fuego purificador.

Petición

Padre, ayúdame a permanecer en el camino del justo mientras espero el regreso de Tu Hijo (Is 26:7). ¡Enciende un fuego en mi corazón que arda de celo y devoción por Tu Reino venidero!

Agradecimiento

¡Gracias por darme un vistazo del reinado glorioso de Cristo en el futuro! Digo: “¡El próximo año en Jerusalén!”

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Isaías 26:3.