Querido Padre Celestial,

Alabanza

Los profetas del AT hablaron de los acontecimientos grandes en términos de Tu plan y de Tu propósito: “¿Quién ha planeado esto [destrucción] contra Tiro?... el Señor de los ejércitos” (Is 23:8-9a; v. Jer 4:28; Zac 1:6). Esto significa que los flujos y reflujos de la historia son dirigidos por Tus manos y que nada sucede sin Tu permiso. Digo con gozo: “¡Grande es el Señor, y digno de ser alabado en gran manera, y Su grandeza es inescrutable” (Sal 145:3)!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me contaste los oráculos finales de Isaías contra las naciones. Isaías proclamó estos oráculos al pueblo de Judá porque quería que se dieran cuenta de cuán necios serían si confiaban en las naciones que Tú ya habías condenado al juicio. El oráculo contra Babilonia se hizo eco del anterior (Is 13–14), y le recordó a Judá que aunque Babilonia parecía ser un aliado fuerte contra Asiria, su destrucción futura era inminente (Is 21:9; v. Ap 18:2). El oráculo contra Arabia reveló que dentro de un año, el esplendor de Cedar terminaría, y casi ninguno de sus arqueros poderosos quedaría. Esto me enseña que la fuerza y el poder del hombre no pueden estorbar Tu voluntad— ¡debo poner mi confianza solo en Ti! Ezequías estuvo escuchando atentamente los oráculos de Isaías, y parece que el conocimiento de Tu juicio venidero sobre las naciones lo envalentonó. En 705 AC, se rebeló contra Asiria e hizo guerra contra los filisteos, y se fue conquistándolos aun hasta Gaza. Mientras estaban preparándose para una represalia siria, cegó la salida superior de las aguas de Gihón y las condujo al lado occidental de Jerusalén. Como recordar que Judá no estuvo exenta de juicio, Isaías proclamó un oráculo contra Jerusalén. Él condenó al pueblo por haberse regocijado en su fuerza militar y en sus estrategias defensivas en lugar de regocijarse en Ti. “Hicieron un depósito entre las dos murallas para las aguas del estanque viejo. Pero ustedes no confiaron en Aquel que lo hizo, ni consideraron al que hace mucho tiempo lo planeó” (Is 22:11). El pueblo pudo “ver” la importancia de murallas fuertes y de agua abundante, ¡pero no “vieron” la importancia de honrar y confiar en el Dios que los había creado! Ezequías, aunque era un rey santo, estaba rodeado de oficiales y un pueblo que no tenían su fe. El tiempo pronto llegaría cuando Tú los pondrías a todos ellos a prueba. El oráculo contra Tiro predijo la destrucción de la superpotencia económica de los días de Isaías. Tiro y Sidón fueron las ciudades de los navegantes fenicios— eran los “mercaderes de las naciones” (Is 23:3). Por su orgullo y arrogancia, decidiste abatirlos y humillarlos. Sus fortalezas serían destruidas y sus barcos, el orgullo de Tiro, no podrían salvarlos. Esto me recuerda no poner mi confianza en riquezas y posesiones. En lugar de eso, debo usarlas para servirte y honrarte.

Reflexión

Tú orquestaste las circunstancias políticas de los días de Ezequías para llamar a Judá al arrepentimiento. Pero al contrario, celebraron por su fuerza y brindaron por sus logros (Is 22:12–13). Cuando la tribulación llega a mi vida, ¿me vuelvo a Ti en humildad y fe, o confío en mis propios planes con aires de suficiencia?

Petición

Padre, porque eres soberano sobre las naciones del mundo, ¡yo sé que me puedes guiar y proteger! Ayúdame a dejar mi confianza anclada en Ti, esperando Tu gracia para el oportuno socorro.

Agradecimiento

Gracias por decirme Tus oráculos contra las naciones— ¡Te revelan como el Dios que reina sobre todo!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Isaías 23:9.