Querido Padre Celestial,

Alabanza

Los serafines que estaban delante de Tu trono clamaban en adoración de Tu majestad. Yo también, junto con ellos clamo: “Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos. Toda la tierra está llena de su gloria”. Tú eres "alto y sublime" y aún deseas tener una relación personal conmigo. Eres digno de toda alabanza y hoy Te doy toda adoración. Toda gloria sea a Ti, Dios de los ejércitos. ¡Aleluya!

Hoy en Tu Palabra

Hoy me hablaste sobre la muerte de Uzías, y me hablaste sobre los reinados de su hijo Jotam y su nieto Acaz. En el año que Uzías murió, Isaías tuvo una visión del “Señor sentado sobre el trono, alto y sublime” (Is 6:1b). El rey de Judá había muerto pero Tú, Padre, Rey de reyes, estabas bueno y sano sentado en gloria sobre Tu trono celestial. Eres soberano, sin embargo deseas habitar en medio de Tu pueblo; “la orla de Su manto llenaba el templo” (Is 6:1c). Al ver Tu Santidad, Isaías se dio cuenta de su pecado y respondió con humildad y arrepentimiento. Tú le quitaste su iniquidad y le perdonaste su pecado y le preguntaste: “¿Quién ira por nosotros?” Isaías respondió: “Aquí estoy, envíame a mí,” y le diste un mensaje y una misión. Su misión no sería ni fácil ni alegre. Tú sabías que el intento de Isaías de traer arrepentimiento fallaría. Los judíos se burlarían de él y lo rechazarían. Sus predicaciones causarían que corazones se endurecieran. De esta manera el ministerio de Isaías era un cuadro del ministerio venidero de Tu Hijo Jesucristo, quien predicó sobre el reino de los cielos muchos años después. Juan dijo: “Pero aunque había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en Él…, porque Isaías [6:10] dijo también: él ha cegado sus ojos y endurecido su corazón, para que no vean con los ojos y entiendan con el corazón, y se conviertan y Yo los sane’” (Jn 12:37, 39b–40). Isaías no fue el único profeta que habló a Judá en esos días. Miqueas le urgió a Judá para que se arrepintiera y le advirtió de la invasión que estaba por venir. Jotam, por lo menos, sí prestó atención, y “ordenó sus caminos delante del Señor su Dios” (2 Cr 27:6). Lamentablemente, el pueblo no siguió el ejemplo de Jotam, y cuando Acaz, hijo de Jotam tomó el trono no tuvo ninguna dificultad en hacer que el pueblo adorara a los baales. Hiciste que Siria e Israel se pusieran en contra de Judá para disciplinarla, pero en lugar de confiar en Ti, como Isaías le aconsejó (Is 7:2–9), Acaz confió en Asiria. Sería Asiria, en quien Acaz había puesto su confianza, quien le haría daño. ¿Cuál era la señal? “Una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y Le pondrá por nombre Emmanuel (Dios con nosotros)” (Is 7:14). Mateo dijo después que está profecía del Antiguo Testamento sería cumplida por Cristo Jesús. Él es la encarnación de las buenas nuevas, Él es Dios con nosotros. ¡Te alabo, Señor!

Reflexión

Acaz dijo: “No pediré, ni tentaré al Señor” (Is 7:12), pero sus acciones contaban otra realidad. ¿Así soy yo? ¿Digo una cosa pero hago otra? ¿Es mi corazón fiel solo a Ti?

Petición

Padre, mantén mi corazón enfocado en la belleza de Tu Santidad y en la majestad de Tu gloria. Que mis ojos vean lo alto y sublime que eres y que tal como Isaías, sean mis labios tocados con un carbón encendido y quitada mi iniquidad.

Agradecimiento

Gracias por la sangre expiatoria de Cristo Jesús. ¡Qué maravilloso es estar unido a Emmanuel!

En el nombre de Jesucristo, Amén.

Versículo de Meditación: Isaías 8:13.